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El libro de Jeremías se inscribe en una corriente de aguas que por momentos parecen pantanosas y por momentos cristalinas. En unos versículos, su corazón destila hiel y amargura; y en otros, confianza y esperanza.
El capítulo 20 comienza con Jeremías azotado y enviado al cepo por uno de los príncipes del Templo (vers. 1,2). Luego de ser liberado, el profeta comienza con imprecaciones contra Pasur, el funcionario del Templo, y contra Dios (vers. 3-10). Luego, el lamento se torna alabanza (vers. 11-13), para culminar nuevamente en lamento (vers. 14-18). El movimiento del ánimo de Jeremías se parece al de David en muchos de sus salmos: derrama su alma sin medir palabras, desnudando su corazón herido con total autenticidad.
Siempre es más confiable la persona que dice lo que siente y lo que piensa que el que dice lo que le conviene, lo que piensa y no siente. Esto es válido tanto para las relaciones humanas como para la relación con Dios. El alma sincera derrama toda su hiel en oración ante Dios.
El clamor de Jeremías fue una reacción a la angustiosa noche que pasó en el cepo (vers. 2, 3). En la oscuridad del cadalso pensó que su obra era un fracaso, y que Dios lo forzó a hacer lo que no quería (vers. 7). Ese sentimiento de frustración era más amargo por el temor de que Dios no cumpliera sus promesas (vers. 14-18; ver Jer. 1:8-10; 15:10). A Jonás le ocurrió lo mismo (Jon. 4:1-3).
El profeta se sentía fracasado, pero no era un fracasado. ¡Fracasamos cuando dejamos de luchar! El fracasado es incapaz de convertir la frustración en una experiencia de vida, para aprender e intentar nuevamente. No fue el caso del profeta, quien, en medio de la oscuridad de su mente, consulta a su esperanza, y dice: "Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante" (Jer. 20:11).
¿Te has sentido alguna vez fracasado? Pues, no eres un fracasado si no consultas tus inseguridades, no te atas a tus miedos ni te revuelcas en tus frustraciones, sino que extiendes tu mano para asirte de Jesús y seguir adelante. Un fracaso superado te da más esperanza que el éxito, que puede envanecerte.
Oración: Señor, levántanos cuando nos sintamos fracasados.