|
Como en el primer mandamiento del Decálogo, la primera petición se refiere a santificar y honrar el Nombre de Dios. Primero, Dios. Así, esta petición se convierte en un testimonio, en un reconocimiento de que Dios es el primero en todo: santo, separado, como único y principal Ser de mi vida.
La santificación comienza cuando se invoca su nombre, el mismo nombre que le fue revelado a Moisés (YHVH) y después a Jesús. Tan fuerte es este testimonio que resulta un imperativo para el alma: "Bendiga todo mi ser su santo nombre" (Sal. 103:1). Bendecir el nombre de Dios es entrar en su plan de salvación para la humanidad. No podemos expresar "santificado sea tu nombre" si la santidad de Dios no se revela antes en nuestro corazón (ver Mat. 16:17).
El Antiguo Testamento usa diferentes nombres para referirse a Dios: Elohim, fuente de poder (Gén. 1:1); Elyon, el Dios altísimo (Gén. 14:18-20); Adonai, el gobernante todopoderoso (Isa. 6:1). Estos nombres enfatizan el carácter majestuoso y trascendente de Dios. Pero otros nombres revelan el deseo de Dios de relacionarse con nosotros: Shaddai es la fuente de bendición y bienestar (Éxo. 6:3). Yahweh, traducido como Jehová, o Señor, es la garantía de la fidelidad y la gracia divina en relación con el pacto inmutable hecho con sus hijos (Exo. 3:14; 15:2, 3). Pero la revelación más íntima de sí mismo es la de "Padre" (Deut. 32:6), cuando llama a Israel "mi hijo, mi primogénito" (Éxo. 4:22).
En el Padrenuestro, Jesús usa el término arameo Abba, una forma cercana e íntima para referirse al Padre. Significa "papá", o "papito". La palabra "Padre" puede hasta inspirar cierto miedo. Pero Abba es un ser personal y cercano, protector y próximo. Las alas de nuestro Padre celestial no solo son fuertes para protegernos, sino suaves y cálidas para abrigarnos en la intimidad de la oración.
Dios es tu "papá". ¡Santificado seas, Señor! Que este primer pensamiento, elevado a Dios cada vez que te despiertes, sea un testimonio para ti mismo, una expresión de tu deseo de entrar en relación con él, y la resolución de que todo lo que harás durante el día se supeditará a su voluntad.
¡Santificado seas cada sábado, Jesús, porque eres nuestro Creador y Redentor (Éxo. 20:8-11)!
Oración: Señor, alabo tu nombre. Santifícame cada día y cada sábado.