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Visión positiva

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“Y despidió a sus hermanos, y ellos se fueron. Y él les dijo: No riñáis por el camino” (Génesis 45:24).

A Neal C. Wilson, presidente mundial de la Iglesia Adventista   desde 1979 hasta 1990, le gustaba contar la historia de uno de   sus pasos por Ghana, país de África Occidental. Contó que al visitar una tribu le dieron una escultura en la que la mano de una persona sostenía un huevo. Viendo que el regalo era singular, preguntó al líder de la tribu si tenía algún significado especial. La respuesta vino rápidamente: “Sí. El liderazgo es como un huevo en la mano. Si aprieta mucho, se quiebra; y si lo suelta, se cae”. ¡Tremenda sabiduría! El desafío es encontrar ese equilibrio no solamente en el ambiente del liderazgo, sino en todas las áreas de la vida.

Nelson Mandela dijo en cierta oportunidad que “una buena cabeza y un buen corazón siempre formarán una formidable combinación”. Lamentablemente, no es así como mucha gente está viviendo. ¿Has observado cómo las personas, en general? están cada vez más negativas, tensas, críticas y desilusionadas? Hay una multitud que mira solamente el lado gris de la vida.

No es así como nos debemos comportar. Necesitamos alimentar una visión más positiva y equilibrada de la vida, para que seamos “sal de la tierra” y “luz del mundo”. Todo comienza con la Fuente del alimento espiritual. Quien bebe del Agua de la vida tiene el fruto del Espíritu (Gál.’ 5:22,23). Por su parte, quien bebe del agua mortal del pecado va a reflejar las obras de la carne (5:20,21).

El cristiano debe ser un instrumento de paz, actuar siempre con equilibrio y tener una visión positiva de la vida. Sin embargo, eso solamente se hace realidad cuando permitimos que Dios trabaje en nosotros. Elena de White advierte: “Muchos le piden al Señor que los humille, pero no están dispuestos a someterse a la disciplina necesaria. Cuando les llega el momento de prueba y ocurren vejaciones y molestias, el corazón se rebela y la lengua profiere palabras que son como saetas envenenadas o granizo agostador” (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 164). Cuando seguimos el ejemplo de Cristo, nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y acciones iluminan y dan sabor al mundo.

Los desafíos de la vida son como frágiles huevos en nuestras manos. Con equilibrio, no los quebramos, no se caen ni los soltamos. Permite que el Espíritu Santo condimente tu mente y tu corazón con las virtudes del Cielo, y tendrás siempre el tino, la suavidad y la firmeza necesarios para bendecir a todos los que estén bajo tu influencia.

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