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El error de los otros

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“¿y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3).

Sin duda alguna, habrás oído hablar de los fariseos: un grupo de    personas muy preparadas e influyentes, pero que, en los días de    Jesús, estaban muy preocupadas por crear reglas, criticar y condenar. No eran capaces de ver sus propios errores. Hasta fueron llamados “sepulcros blanqueados”; talla falsedad que terminaban personificando. Pero, parece que algunos representantes de ellos todavía continúan por ahí provocando serias crisis en el ambiente profesional. en la familia, y hasta en la iglesia.

Observa cuántos matrimonios terminan porque marido y mujer se acusan mutuamente. Solo pueden ver el error del otro, sin reconocer las propias fallas. En la iglesia, hay quien juzga y critica la postura, el descuido de los principios o la posición de otra persona, sin notar que aquel tiene problemas tan serios o peores en otras áreas de su vida. Otros defienden sus puntos de vista, por más correctos que sean, y critican con dureza la opinión ajena.

Con razón alguien dijo, usando un simple juego de palabras, que “normalmente el problema no es el problema, sino que el problema es cómo se trata el problema”. Muchas actitudes son peores que el problema en sí. “Cualquiera que sea la conducta seguida por los demás, hemos de representar a Cristo, obrando como obraría él en circunstancias similares. El poder de nuestro Salvador no estribaba en una enérgica andanada de palabras agudas. Fueron su bondad y su espíritu abnegado y humilde lo que hicieron de él un conquistador de corazones. El secreto de nuestro éxito estriba en revelar el mismo espíritu” (Joyas de los testimonios, t. 3, p.170).

Siempre vas a conquistar más con las rodillas en el piso que con la lengua, y vas a ayudar con tus consejos y oraciones más que con críticas y acusaciones. Eso no significa ignorar problemas reales que estén afectando a las familias o a la iglesia, sino actuar de la manera correcta. Elena de White orienta: “Los soldados de Cristo no siempre revelan perfección en su obra, pero sus errores no deben producir de parte de sus camaradas palabras que debiliten, sino palabras que fortalezcan, y los ayuden a recuperar el terreno que han perdido” (Mensajes selectos, t. 3, p. 403). Preocúpate más por tus errores que por las equivocaciones de los demás. Sé misericordioso y paciente en tus relaciones. Intenta actuar con tus semejantes de la misma manera en que Dios actúa contigo.

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