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Dios siempre hace lo mejor

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“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

El día 27 de febrero de 2010 quedó marcado en la historia de la República de Chile. A las 3:34, un terremoto de 8,8 grados en la escala Richter alcanzó la región centro-sur del país durante tres minutos. Concepción y varias ciudades de la zona fueron afectadas, pero el temblor también fue sentido en la capital, Santiago; y llegó incluso a ciudades argentinas, peruanas y brasileñas.

Alertas de tsunami fueron emitidas por 53 países, y uno fue registrado, con olas superiores a los 2,6 metros, en el mar de Valparaíso, en el país trasandino, e invadió hasta 300 metros de tierra firme. Cerca de 800 personas murieron y aproximadamente 1,5 millones de residencias fueron damnificadas. El perjuicio financiero pudo haber llegado a los 30 mil millones de dólares.

Este país ya había sido duramente afectado en 1960, cuando la ciudad de Valdivia sufrió el mayor terremoto registrado por la ciencia: un temblor de 9,5 en la escala Richter, que dejó 1.655 personas muertas y más de 2 millones sin hogar.

Pocos días después de la tragedia de 2010, estuve en el país visitando familias adventistas e instituciones afectadas. Quedé impresionado al conversar con la hermana Yolanda, delante de lo que había quedado de su casa. Ella me contó sobre el momento en que ella y la familia huyeron hacia el lado alto de la ciudad, solo con la ropa que tenían puesta, y vieron el tsunami invadir la región en la que moraban. A pesar de toda la tragedia, ella y su familia no perdieron la esperanza. Muchos predios de nuestra iglesia también fueron destruidos.

Al mirar hacia atrás, veo muchos motivos de gratitud. Dios transformó la tragedia en bendición. El terremoto ocurrió en la madrugada de un sábado. Pocas horas más tarde, nuestras iglesias estarían llenas y los daños hubieran sido mucho más grandes. La destrucción solo afectó edificios. Al visitar la misma región, hoy veo iglesias, escuelas y sedes administrativas más grandes, más bonitas y más modernas. La tragedia fue transformada en crecimiento para la iglesia. De lo peor, Dios hizo lo mejor.

Es siempre así cuando enfrentamos las tragedias con el Señor. Aunque en el momento sea imposible reconocer sus bendiciones, el tiempo mostrará cada uno de sus milagros.

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