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Es la preferencia que mostramos a usar los órganos que están situados a la derecha o a la izquierda del cuerpo. Por ejemplo, hay personas que son diestras porque usan sobre todo el lado derecho de su cuerpo; y otras que son zurdas, porque usan más su lado izquierdo.
Como tenemos dos manos, muchas veces nos equivocamos al usarlas. Eso le sucedió a Jacob, cuando estaba anciano y enfermo. Su hijo amado, José, fue a visitarlo y llevó a sus dos hijos, Manasés y Efraín, para que los bendijera. El abuelo Jacob tenía que bendecir al mayor con la mano derecha y al menor con la mano izquierda; sin embargo, hizo lo contrario. A José, esto le llamó la atención, pero Jacob sabía lo que hacía, porque Efraín, «el menor», llegó a tener la tribu más importante del norte. Esta historia se encuentra en Génesis 48.
Aunque está bien tener preferencia por uno u otro lado del cuerpo, no hemos de tener preferencias al tratar con las personas. Hemos de entender que, para Dios, todos somos iguales. Por tanto, tenemos que tratar a todo el mundo como lo que son: hijos de Dios y hermanos nuestros. No tratemos mal a nadie porque no nos cae tan bien como otras personas. «Tú y yo somos iguales ante Dios; yo también fui formado de barro» (Job 33:6).
Desafío: Piensa y escribe qué podemos hacer para que los demás conozcan a Jesús, Lleva tu plan a la práctica.