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¿Has oído alguna vez la palabra «tabú»? Por ejemplo, ¿has oído decir «de eso no se puede hablar que es un tema tabú»? Esta es una palabra bastante común. Llegó al español proveniente del polinesio tabú, que significa «lo prohibido». En nuestro idioma significa también eso: un tema, una cosa o una persona que no se pude mencionar, tocar o hacer. «Romper un tabú» es, por tanto, comenzar a hablar de algo que siempre ha estado oculto, o comenzar a hacer algo que siempre ha estado prohibido.
Dios, cuando entregó su Ley al ser humano, pensó en algunas cosas que no debemos hacer, y las prohibió. Son como tabúes. Por ejemplo: «No tengas otros dioses aparte de mi». «No mates». «No robes», «No digas mentiras», «No envides a nadie» (ver Éxodo 20). El problema es que mucha gente considera que Dios prohibió estas cosas porque es un Dios injusto, severo, malo, que nos mira con el ceño fruncido. Esto no es así, sino al contrario. Precisamente porque nos ama, nos ha dejado estas prohibiciones para nuestro bien. Sabe que si las obedecemos, seremos más sanos, más felices, más prósperos, más puros, y tendremos más fe.
Generalmente pensamos que todas las leyes son prohibiciones y que están en contra de nosotros, pero en realidad nos protegen del peligro. «Felices los que se conducen sin tacha y siguen la enseñanza del Señor» (Salmo 119: 1).
Desafío: Piensa en las veces que por desobedecer te has visto perjudicado. Dibuja las tablas de los Diez Mandamientos.