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En el año 1897, el mensaje adventista llegó a Bolivia por medio de las publicaciones distribuidas por Juan Sebastián Pereira. Él fue colportor de la Sociedad Bíblica y en su paso por la República de Chile conoció el mensaje adventista, aceptó nuestras doctrinas y comenzó a compartirlas.
Dedicó 18 meses a colportar en territorio boliviano por su cuenta y riesgo, vendiendo los libros Patriarcas y profetas y El camino a Cristo. Sin embargo, el fanatismo de algunos religiosos lo llevó a la prisión en Quillacollo, cerca de donde hoy está situado el predio de la Universidad Adventista de Bolivia. Autoridades de diferentes confesiones religiosas pedían su expulsión de la localidad y la destrucción de los libros que distribuía. Fue acusado de divulgar publicaciones “impías y antirreligiosas” y, por esta razón, fue sumariamente condenado a muerte en el foro de la ciudad.
En razón de esas publicaciones, la familia Miranda comenzó a guardar el sábado y se convirtió al adventismo. Su casa fue transformada en un centro de estudio de la Biblia. Sin embargo, el padre de familia era juez de un tribunal de apelaciones y el caso de Juan Sebastián Pereira llegó a sus manos. Como juez de segunda instancia, podría convalidar la confirmación anterior, pero lo declaró inocente, lo que resultó para nuestro hermano en una sentencia de vida.
De esta manera comenzó la obra adventista en Bolivia, el último país y, tal vez, el que fuera más difícil de ser alcanzado en la División Sudamericana. Hoy es el territorio donde hay mayor proporción de adventistas por habitantes.
Recordar historias como las del pionero Juan Sebastián Pereira renueva la confianza en el cuidado de Dios. Cuando todo parece perdido, él siempre abre una puerta de salvación. No importa si los días son difíciles, las noches parecen largas, la culpa atormenta o las fallas parecen demasiado grandes.
El ministerio de Juan Sebastián Pereira también nos recuerda que vale la pena cualquier sacrificio por la causa de Dios. Puede haber oposición o condenación, dificultad o fracaso aparentes; pero con Dios en el comando, la causa siempre prosperará. ¿Puede el Señor contar también contigo?