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¡Qué gran obra ha hecho Dios!

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“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).

Durante doce años, Samuel Morse, hijo de un pastor protestante, trabajó en sociedad con el químico Leonard Gale, el físico Joseph Henry y el especialista en máquinas Alfred Vail para crear y perfeccionar un instrumento que fuera capaz de transmitir mensajes a larga distancia.

La necesidad surgió en 1825, cuando Samuel Morse, que también era pintor, estaba en Nueva York ejecutando una de sus obras. Mientras comenzaba su obra, llegó un mensajero a caballo, con un mensaje de su padre que decía: “Tu querida esposa está enferma”. Al día siguiente, recibió otro mensaje que le informaba que ella había fallecido de manera súbita. Decidió, entonces, dejar la obra sin terminar, volver a su casa y encontrar medios para desarrollar el telégrafo.

En 1835, construyó el primer aparato con el cual transmitió señales a un kilómetro de distancia. En 1839 elaboró el código Morse, usando una combinación de puntos, guiones y pausas para transmitir información. En 1843, construyó la primera línea telegráfica, que unía Baltimore con Washington. Pero fue 1844 el año en el que transmitió el primer mensaje, que decía: “¡Qué gran obra ha hecho Dios!”

Poco tiempo después, en 1876, Graham Bell registró en la Oficina de Patentes de los Estados Unidos el teléfono, y la creación de Morse perdió su relevancia. Más tarde, en 1973, Martin Cooper hizo la primera llamada con un celular, desde la Sexta Avenida, en Nueva York. En 1990, Internet se hizo popular, cuando el científico de informática Tim Berners-Lee inventó la World Wide Web (www) y alteró completamente la manera en la que las personas se comunican y relacionan.

La comunicación se ha desarrollado mucho desde los días de Morse. Su invento está prácticamente en desuso, pero su primer mensaje continúa siendo relevante y actual. Porque, después de todo, “toda buena dádiva […] desciende de lo alto” (Sant. 1:17).

Es el Señor quien da la sabiduría y desarrolla las habilidades humanas. De él vino la capacidad de crear el papel, la impresión y la tecnología, con sus computadoras, celulares o tabletas. Él está por detrás de las grandes maravillas de la humanidad. Reconoce la mano de Dios presente en todas las cosas, depende de él y permite que él haga su obra por medio de ti.

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