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Como colportor estudiante, encontré personas que no le prestaban mucha atención a la oferta de libros que yo les presentaba· sin embargo, cuando les mencionaba que era adventista del séptimo día, cambiaban la postura. Comenzaban a interesarse, hacían buenos comentarios y hasta compraban los libros como resultado de la imagen positiva de la iglesia. Al preguntar por qué tenían esa visión, normalmente escuchaba la historia de adventistas fieles que habían dado un buen testimonio.
Sin embargo, no siempre el resultado de esas conversaciones era positivo. Algunas veces, las personas me escuchaban con atención, pero cuando yo les hablaba de la iglesia, el ambiente cordial desaparecía general. La razón por la que tenían una imagen negativa era que conocieron a algún adventista que no había dado un buen testimonio.
Esas reacciones recuerdan al error de la multitud cuando Zaqueo intentó llegar hasta Jesús. Lamentablemente, las personas que seguían al Maestro escuchaban sus mensajes y admiraban sus milagros, pero estaban más preocupadas por ellas mismas que por crear condiciones para que otros pudieran llegar a él. El error de la multitud fue obstaculizar las cosas en vez de facilitarlas.
La actitud puede marcar toda la diferencia. Zaqueo necesitó mantener la motivación, enfrentar a la multitud y subirse a un árbol, solamente para poder ver a Jesús. Sin embargo, ¿qué podemos decir de aquellos que se quedan por el camino? Muchos no tienen fuerzas para enfrentar la barrera de los propios seguidores de Jesús y terminan desistiendo.
Hay muchas maneras de repetir el error de la multitud en nuestros días. Eso sucede cuando no hay coherencia entre la religión y la vida diaria; cuando se presenta la verdad de manera negativa y por imposición; cuando se defiende la fe con discusión y sin actitud de amor; cuando no hay interés sincero por las necesidades de las personas; cuando la vergüenza, la inseguridad y el miedo se hacen más fuertes que las ganas de aprovechar las oportunidades.
En vez de repetir el error de la multitud, debemos ser de aquellos que facilitan la vida de los que tienen baja estatura espiritual para que lleguen a Jesús. El desafío de dar testimonio y facilitar el camino está en nuestras manos. Nuestro llamado no es a construir muros, sino a edificar puentes que faciliten el acceso de las personas a Jesús.