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Mi hija había nacido hacía pocos días cuando un amigo preguntó cómo estaban las cosas. Como la mayoría de los padres de recién nacidos, yo le respondí: “El único problema es que no estoy pudiendo dormir bien”. Su reacción fue inmediata: “No te preocupes, mi hija tiene 22 años, y hasta hoy yo tampoco duermo muy bien que digamos...” Realmente, la educación de los hijos es un proceso que dura la vida entera.
En cada fase las necesidades van cambiando, y también van apareciendo nuevas realidades, pero los padres cristianos continúan preguntándose: ¿Cómo formar hijos con valores cristianos en una sociedad sin principios? ¿Cómo educar hijos para la eternidad, conduciéndolos en el camino por el que deben andar (Prov. 22:6) y modelándolos con sabiduría, reconociéndolos como “herencia del Señor” (Sal. 127:3)?
No existen fórmulas mágicas para responder a todas estas preguntas. Los buenos libros pueden dar una gran ayuda, pero solo las palabras inspiradas pueden marcar la diferencia. La Biblia y los escritos de Elena de White, como El hogar cristiano y La conducción del niño, traen orientaciones y consejos directamente de parte de Dios para los padres sinceros.
El mayor secreto de la educación está en la oración. La oración capacita a los padres para hacer una obra que es mayor que ellos mismos. Este es el tiempo en el que deberíamos usar menos la intuición humana y más la sabiduría divina. Por eso, necesitamos de padres y madres de oración.
Orar para educar. Solamente Dios conoce a cada hijo con sus necesidades específicas y puede darles sabiduría a los padres para saber cómo actuar. Al orar por los hijos, los padres son transformados. Eso es fundamental. En ese proceso de educación, los hijos solamente verán a Dios como los padres, si ellos observan al Señor en la vida de sus padres.
Orar para unir. Recuerda que “las familias que oran unidas permanecen unidas”. Las familias que miran hacia la eternidad no pueden pasar ni un solo día sin su culto familiar.
Orar para rescatar. La oración puede traer de vuelta a los hijos que fueron educados en los caminos del Señor, pero que hoy están apartados. Ella toca cualquier corazón, no importa dónde esté.
La oración es un arma poderosa. Mantén el hábito de orar por tus hijos y duerme tranquilo, confiando en los milagros que Dios puede hacer en la vida de ellos y también en la tuya.