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Según el Evangelio de Juan, el mayor milagro realizado por Jesús fue la resurrección de Lázaro. Sin embargo, la grandeza del milagro está asociada a la frustración de la familia: Jesús llegó cuando ya hacía cuatro días que Lázaro estaba sepultado (Juan 11:17).
Su aparente demora destruyó los argumentos de sus opositores, que entonces decidieron matarlo (Juan 11:53). Fue un momento que marcó la vida de todos, pues a partir de allí comenzó la jornada de Cristo hacia la prisión, la muerte y la resurrección.
La familia no aceptaba la demora de Jesús, porque había sido avisado de que Lázaro estaba gravemente enfermo. El Señor se quedó dos días en el lugar en el que estaba (Juan 11:6) y después decidió dirigirse a Judea (Juan 11:7). El Salvador parecía ignorar el momento de dolor de sus amigos. Cuando finalmente llegó a Betania, escuchó las palabras de decepción de Marta y María (Juan 11:21, 32).
¿Tú también te sentiste disconforme alguna vez porque Jesús demora en venir? Tal vez hayas pensado: “Si el Señor ya hubiese regresado, mi hija no habría muerto en aquel accidente”; “mi esposa no habría sufrido tanto con aquella enfermedad”; “mi hijo no habría salido de la iglesia”; “mi negocio no habría quebrado”.
La aparente tardanza de Jesús ha sido retratada en canciones tales como: “Nunca te rindas, Cristo ya viene”, “Solo un poco más” y “No me olvidé de ti”.
La impaciencia es natural para quien vive en un mundo saturado por el pecado y espera ver pronto al Salvador. Sin embargo, podemos confiar en que Jesús volverá en el tiempo correcto. Mark Finley dice de manera muy acertada: “La demora del regreso de Jesús está solo en la mente de las personas, pero nunca en la mente de Dios”. En lugar de alimentar la duda, renueva tu esperanza. El apóstol Pedro dice: “El Señor no retarda su promesa” (2 Ped. 3:9). Cuando él no viene en el momento en que lo esperamos, es porque está preparando una bendición mayor.
El consejo inspirado para nosotros es: “Sintámonos alentados por el pensamiento de que el Señor vendrá pronto. Alegre nuestro corazón esta esperanza. ‘Aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará’ (Heb. 10:37)” (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 255).