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Nube

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“Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego” (Éxodo 13:22).

Dediqué doce inolvidables años de mi vida a trabajar en el Ministerio Joven. Durante aquel período viví muchos momentos que marcaron mi vida. Sin embargo, la experiencia más desafiante fue organizar el III Camporí Sudamericano de Conquistadores, con veinte mil participantes, del 11 al 16 de enero de 2005, en Santa Helena, en el Estado de Paraná, República del Brasil.

Durante aquellos días, Dios mostró que le gustan los campamentos. Me gusta pensar que él nos regaló una nube semejante a la que acompañó a los israelitas en el desierto.

El verano en la región de la triple frontera entre las repúblicas del Paraguay, el Brasil y la Argentina, donde queda la ciudad de Santa Helena, es extremadamente caluroso y con mucho riesgo de lluvias. Las dos situaciones eran preocupantes. Mucha gente oraba a Dios pidiendo un cuidado especial durante aquellos días.

Dios no falló. Todas las mañanas, durante el devocional, cuando el sol era fuerte y la temperatura era de 30 °C a 35 °C, una nube cubría el campamento. El sábado de cierre, la presencia de la nube fue aún más fuerte. Durante la tarde el cielo quedó oscuro, y parecía avecinarse un temporal. El viento era fuerte, y el palco, que quedaba adentro del lago de la hidroeléctrica de Itaipú, se balanceaba con fuerza. Las carpas necesitaban un refuerzo para no ser dañadas. Todos estábamos en oración y preparados para lo peor, pero los vientos cesaron y la lluvia no llegó.

Las personas que estaban hospedadas en ciudades vecinas testificaron más de cerca el milagro de Dios. Hubo tempestad en toda la región alrededor del campamento. Algunos conductores tuvieron incluso dificultad para manejar sus vehículos por la exagerada intensidad de la lluvia. Muchos hasta imaginaron los destrozos que habría en el camporí o la necesidad de cancelar el programa. Sin embargo, la nube permaneció sobre el campamento. Solamente allí no cayó la lluvia. Fue un milagro que quedó en la mente de los veinte mil campistas.

Entre otras cosas, esta experiencia nos enseña que podemos continuar confiando en el cuidado de Dios. Elena de White nos recuerda: “Una columna de nube de día y una columna de fuego de noche se mueven delante de nosotros como sucedió con el antiguo Israel” (Conducción del niño, p. 536).

Enfrenta tus desafíos sin miedo, pues el Señor siempre guiará y protegerá a sus hijos fieles.

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