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El libro de Hebreos fue escrito por el apóstol Pablo para judíos que habían aceptado el cristianismo; gente perseguida, que hacía un gran sacrificio para seguir a Jesús. Por eso, en el versículo bíblico de hoy, el apóstol ofrece un mensaje de confianza en relación con el futuro. Los lectores originales podían avanzar seguros sin desanimarse. Siempre habrá una recompensa para aquellos que entregan todo por la causa del Señor.
La promesa también es para hoy. Necesitamos ver más allá de lo que vemos, pues Dios no trabaja solamente con resultados inmediatos. Muchas veces, él ve grandes resultados en situaciones que hoy parecen solo problemas. Te ve a ti como la persona correcta, a pesar de las crisis o la oposición. Ve aquello que parece una dificultad como una escuela de crecimiento para la vida. Él ve tus pérdidas de hoy en la perspectiva de las ganancias del mañana.
La Biblia y la historia muestran que Dios siempre recompensa a sus hijos fieles. Él no se olvidó de Noé, quien predicó durante 120 años mientras construía el arca. Cuando el diluvio llegó, la recompensa fue evidente. Dios no olvidó las humillaciones por las que tuvo que pasar José en Egipto. En el momento correcto, se transformó en el gobernador de aquella nación. No se olvidó de que Moisés había dejado la casa del Faraón para pasar cuarenta años en el desierto, ni de que tuvo que enfrentar momentos difíciles al liderar a su pueblo. Como recompensa, Dios resucitó a su siervo y lo llevó al cielo. El Señor tampoco olvidó la fidelidad de Daniel y sus amigos en Babilonia. Les concedió la victoria y la liberación. No se olvidó de Saulo. Hizo de él un héroe del cristianismo. No se olvidó de la entrega completa de Elena de White. La transformó en su mensajera, en una predicadora y escritora poderosa. No se olvidó de John N. Andrews, el más preparado de los pioneros, que aceptó ser el primer misionero adventista fuera de los Estados Unidos. Por medio de esa decisión, abrió la misión de la iglesia al mundo.
Dios continúa observando con atención a aquellos que aceptan el desafío de hacer más y mejor por el Señor. No siempre las recompensas vienen de la manera o a la velocidad que esperamos. Dios tiene el tiempo oportuno y el modo correcto. Lo más importante es servir a su causa y dejar en sus manos la recompensa. ¡Él no se olvidará!