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Andrés vivía con sus padres, Marlene y Julio, en Iquitos, en la selva peruana. Como Julio era militar y viajaba mucho, Andrés comenzó a participar en el club de Conquistadores con su madre.
A Julio no le gustaba que su hijo fuera al club. Sin embargo, después de mucha insistencia, el padre visitó una reunión. Al ver las marchas, y el respeto hacia la patria y la familia, su preconcepto fue quebrado. Comenzó, entonces, a frecuentar las reuniones los domingos, a ayudar como instructor y, con el tiempo, comenzó a participar de las actividades del club los sábados. Se involucró en un Grupo pequeño, recibió estudios bíblicos, y pocos meses después toda la familia fue bautizada.
A Dios le gusta usar a niños y adolescentes en su obra. Por eso, necesitamos prepararlos correctamente para esta vida y para la eternidad. El Señor estableció diferentes medios para que esto pueda ser realizado. La familia, la educación cristiana y la iglesia son socias en este proceso. Cada uno de estos métodos tiene un papel importante en la transmisión de los valores cristianos y en la preparación de cada niño para que sea un testigo de Jesús.
En la iglesia, sin embargo, el club de Conquistadores es un medio eficiente de dar consistencia a la vida espiritual de los niños y los adolescentes. El Club establece valores más profundos, un discipulado más intenso, un aprendizaje más amplio para la vida y una preparación más sólida para enfrentar desafíos.
Si estos medios son empleados de manera correcta, los niños y los adolescentes se desarrollarán de manera integral, como Cristo. Crecerán mental (sabiduría), física (estatura), espiritual (gracia delante de Dios) y moralmente (gracia delante de los hombres).
La educación sólida y completa no ocurre por casualidad. Es el resultado de una acción intencional, un ejemplo coherente y la oración intensa. Elena de White afirma: “Mediante oraciones sinceras y fervientes, los padres deberían construir una barrera defensiva alrededor de sus hijos. Deberían orar con fe intensa para que Dios habite en ellos y que los santos ángeles los preserven, a ellos y a sus hijos, de la potencia cruel de Satanás” (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 45). Haz todo lo que tú puedas para ofrecerles a nuestros niños un crecimiento completo como el de Jesús. De esa manera, ellos serán instrumentos poderosos en las manos de Dios.