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Tu casa es el mundo

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“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).

Los pioneros adventistas enfrentaron muchos desafíos para encontrar el papel exacto de la iglesia en el cumplimiento de la misión. Primero pensaban que la obra debía ser realizada solo entre los que esperaban el regreso de Jesús el 22 de octubre de 1844. Después pasaron a creer que debían predicarles también a quienes vivían en los Estados Unidos y no habían aceptado el mensaje millerita.

Preocupado por esta interpretación, en 1859, un lector de la Review and Herald le preguntó al editor, Urías Smith, si el triple mensaje angélico sería predicado en todo el mundo o solo en los Estados Unidos.

En respuesta, el pastor Smith afirmó que tal vez no sería necesario proclamar ese mensaje en otros países, ya que la población de los Estados Unidos estaba compuesta por personas de casi todas las naciones.

Esa visión se mantuvo por un buen tiempo en la mente de los pioneros. Recién treinta años después del Gran Chasco fue enviado el primer misionero oficial para predicar el mensaje de esperanza a “muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (Apoc. 10:11).

En abril de 1874, mientras estaba en California, Elena de White tuvo un sueño sorprendente en el que escuchó la declaración de un ángel sobre la misión de la iglesia: “Vuestras ideas acerca de la tarea que falta por cumplir son excesivamente estrechas. No debéis encender vuestra luz para ponerla bajo un almud o una cama; debe ser colocada sobre un candelero, a fin de que alumbre a todos los que están en el mundo, la gran casa de Dios. Debéis tener miras más amplias que las que habéis tenido hasta ahora (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 39). “El mensaje irá con poder a todas partes del mundo [...]. Nada es imposible para Dios” (Vida e ensinos [Vida y enseñanzas], pp. 216, 217).

Esa visión fue fundamental para ampliar la comprensión misionera de la iglesia y también para confirmar la decisión de John N. Andrews de transformarse en el primer misionero oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Un martes 15 de septiembre de 1874, el pastor Andrews y sus dos hijos partieron desde el puerto de Boston rumbo a Suiza, a bordo del navío Atlas.

Nuestra casa todavía es el mundo. Así como ese mensaje quedó claro en el comienzo, necesita ser reforzado en el final. La iglesia debe predicar el evangelio a todo el mundo y, de esa manera, “el Señor Jesús volverá a la Tierra con poder y grande gloria” (Los hechos de los apóstoles, p. 91). Comparte a Cristo dondequiera que estés y dondequiera que él te envíe.

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