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El barquito rescatado

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«Pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Corintios 6: 20).

Se cuenta la historia de un niño que, con esfuerzo y persistencia, talló un barquito velero de madera muy liviana, lo lijo, lo pintó y le acopló una pequeña vela. El juguete, además de funcionar, resultó muy atractivo. Cuando el muchachito lo llevaba al agua, la brisa lo empujaba de forma suave, asemejándose a un barco de verdad. Un día, jugando con el velero a la orilla de un río, el viento comenzó a soplar a fuerte velocidad y, entre el viento y la corriente, la ingeniosa embarcación se precipitó río abajo hasta desaparecer. Disgustado, el niño lo buscó desesperadamente pero no logró encontrarlo. Finalmente, regresó a su casa con el tremendo peso de la pérdida.

Semanas después, haciendo recados en la ciudad, el muchacho se sobresaltó al ver en un escaparate de objetos usados un barquito que se parecía mucho al que había perdido. Entró en la tienda, lo observó de cerca y, efectivamente, ¡era su barco de juguete! Reconocía las marcas, las formas, los tonos y todo detalle con la precisión que un artista reconoce su obra. Cuando el tendero se acercó, el niño exclamó con certeza:

-¡Este barco es mío! Lo sé porque yo mismo lo fabriqué y el río se lo llevó.

El tendero le explicó en tono incrédulo que una persona le había vendido el barquito y ahora le pertenecía a él. En fin, el comerciante se retiró diciendo:

-Si lo quieres, tendrás que comprarlo.

Con gran esfuerzo, el niño trabajo cuanto pudo para juntar el dinero. En cuanto tuvo lo suficiente, acudió presuroso a la tienda y compró el preciado velero. Abrazándolo, le habló con ternura diciendo:

--Eres mío. Yo te hice y ahora te he comprado por precio.

Si en alguna ocasión te sientes inferior o hasta llegas a despreciarte a ti mismo, si te has perdido o los vientos de la vida te han arrastrado a destinos indeseables, si piensas que tu pasado no ha sido favorable y que ahora tienes que sufrir las consecuencias, si has perdido la esperanza de ser hallado, piensa que el Señor Jesús te creó y desde entonces le perteneces. Además, por cualquier transgresión moral que hayas cometido, por cualquier regla violada, Jesús ha pagado un alto precio (¡su propia vida!) para rescatarte y decirte: «Eres mío, yo te formé y ahora te he comprado por precio».

Enero 30 Autoestima

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