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Un camino seguro

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«Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino» (Salmos 119:105).

Un principio importante para todo aquel que desee avanzar en el conocimiento de la verdad consiste en examinar los propios deseos y creencias. Los deseos y creencias se forman gradualmente en función de los valores, la educación, las experiencias y la personalidad, generando expectativas en las personas, en relación con los eventos futuros. Posteriormente, si las cosas no ocurren como se espera, las personas quedan confundidas o decepcionadas.

En los tiempos de Jesús, el pueblo elegido alimentaba expectativas de grandeza terrena con la llegada del Mesías. Esperaban un libertador del yugo romano, un rey que con fuerza y poder, los exaltara a una potencia universal. Pero Jesús llegó en estado de pobreza y humillación. La discrepancia entre las expectativas y la realidad era tan profunda que, cuando Juan el Bautista lo presentó a la multitud como el Cristo, la mayoría no lo reconoció y en muchos produjo decepción y rechazo. Cuando las cosas no son como creemos que debieran ser o cuando la realidad no concuerda con las expectativas es natural experimentar tales impresiones.

Pero, ¿de qué manera pudo reconocerlo el profeta del desierto? ¿Qué evidencias presentó Jesús para señalar que era el Ungido de Dios?

En ambos casos, la evidencia principal estaba dada por las Sagradas Escrituras. Cuando el profeta lo presentó como «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29, 36), estaba haciendo referencia a un capítulo del Antiguo Testamento, en el que se describe al Mesías como el cordero que da su vida por el pecador (Isaías 53). Cuando Juan el Bautista tuvo dudas porque sus expectativas no concordaban con lo que hacía Cristo (si era el Salvador, ¿por qué no lo libraba de la cárcel y del cruel Herodes?), Jesús pidió que le refirieran los detalles de su vida, cuyas obras concordaban fielmente con la descripción del profeta Isaías, acerca del Ungido de Dios (Isaías 61). También a sus discípulos, Jesús, «comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían» (Lucas 24:27).

Ahora piensa, ¿concuerdan tus creencias y expectativas acerca de distintos temas con la Palabra de Dios? Siendo que no es seguro defender nuestras propias ideas y mucho menos abrazar algún prejuicio, te invitamos a escudriñar con fe y oración, la Palabra de Dios. Dijo Jesús: «Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mi» (Juan 5:39).

Abril 08 Principios y Valores

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