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La fidelidad puede entenderse como la constancia y firmeza en los afectos y obligaciones, así como en el cumplimiento de los compromisos establecidos. El vocablo se aplica usualmente al compromiso matrimonial y se relaciona con otras virtudes:
Pero ¿cómo ser constantes durante la adversidad y los conflictos? Manya y Meyer Korenblit eran dos adolescentes enamorados en 1942, cuando fueron trasladados de la polaca ciudad de Hrubieszow hacia el campo de concentración de Budzyn. Fue allí donde mantuvieron su amistad a riesgo de perder sus propias vidas y prometieron reencontrarse, algún día, en su ciudad natal. Poco tiempo después de su promesa, Manya fue llevada a Auschwitz y Meyer a Dachau, siendo separados durante los siguientes tres años. A pesar de las dificultades, «nunca perdieron la fe en su amor mutuo», escribió su hijo Michael Korenblit y Kathleen Janger en Until We Meet Again: A True Story of Love and Survival in the Holocaust [Hasta que nos volvamos a encontrar: una historia real de amor y supervivencia en el holocausto]. Finalizada la guerra, de acuerdo a la promesa, se volvieron a encontrar.
Si bien es cierto que las dificultades pueden remecer los cimientos mismos de una relación, es posible mantener firmes los afectos y el compromiso, en la medida de la unión personal con Dios. Pueden sobrevenir crisis, pero en lugar de debilitar la relación, estas ayudarán a fortalecer aún más el vínculo.
«Aunque se susciten dificultades, congojas y desalientos no abriguen jamás ni el marido ni la mujer el pensamiento de que su unión es un error o una decepción. Resuélvase cada uno de ellos a ser para el otro cuando le sea posible. Sigan teniendo uno para con otro los miramientos que se tenían al principio. Aliéntense uno a otro en las luchas de la vida. Procure cada uno favorecer la felicidad del otro. Haya entre ellos amor mutuo y sopórtense uno a otro. Entonces el casamiento, en vez de ser la terminación del amor será más bien su verdadero comienzo» (El hogar cristiano, pág. 91).
Abril 22 Principios y Valores