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Salimos (L) ese domingo hacia la montaña con la esperanza de llegar a la nieve y disfrutar de un entretenido Día del Niño. Las caritas de los niños resplandecían con solo imaginarse el día hermoso que les esperaba. Pero llegamos hasta el final del camino y no había nieve en la cordillera. Encontramos, sin embargo, a un hombre que nos animó a avanzar a pie ya que, a unos 200 metros, estaban las ruinas de una mina abandonada.
-¡Oh, tendremos una aventura! ¡Vamos a entrar a la montaña! ¡Quién sabe si encontremos oro o piedras preciosas! — decíamos con gran emoción.
La mente de los niños pronto se había olvidado de la nieve para disfrutar de esta nueva aventura. En poco tiempo, divisamos una caverna para ingresar al cerro, sin embargo, al percibir que estaba sellada, buscamos una nueva cavidad que encontramos unos 50 metros más arriba. La caverna estaba húmeda y oscura, y no ofrecía muchas posibilidades de encontrar grandes tesoros. Pero pronto trajimos una linterna que nuestro hijo mayor consiguió para internarse al interior de la cueva. Viendo que alumbraba la bóveda y no el sendero, le grité:
—¡Espera, hijo! Yo te voy a enseñar cómo tienes que alumbrar.
Al instante se detuvo, y cuando lo alcancé, tomé la linterna apuntando delante de él. ¡Cuán grande fue mi sorpresa al contemplar que no había superficie un paso más allá! Una inmensa y profunda fosa se extendía delante de sus pies.
Temblando, salimos del lugar buscando un lugar seguro. De rodillas, agradecimos a Dios por su admirable protección. Algo más valioso que el oro y las piedras preciosas habíamos encontrado en el yacimiento La Juanita, cercano a la ciudad de Rancagua en la zona centro-sur de Chile. Dios había librado a nuestro hijo de una muerte segura. Muchas veces me he espantado al pensar en lo que hubiese sucedido si no hubiera obedecido inmediatamente.
De la misma manera, la obediencia a los mandamientos de Dios constituye una protección para cada uno. Aunque muchos ven la Ley como una prohibición, es principalmente una gran muralla de defensa y protección. Sus principios pretenden resguardarnos de los males que provienen de la transgresión y son la expresión del tierno cuidado que Dios tiene por sus hijos. Seguir la voz de Dios puede comportar ciertas desavenencias; pero nunca estarás más seguro que cuando la obedezcas.
Si aprendes a atender su voz y a obedecer por amor sus mandamientos serás librado de una muerte segura y garantizarás tu eterna felicidad. Recuerda que ¡vale la pena obedecer al Padre celestial!
Abril 26 Principios y Valores