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El sol kabekwa

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«Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes» (Jeremías. 33:3, NVI).

Justo antes de iniciar el viaje misionero del que te hablé ayer, tuvimos que pasar una difícil prueba. Para la fecha en que debíamos partir hacia tierras de los cabécares, comenzaron a caer sobre la zona los aguaceros de diciembre. Faltaba apenas una semana para trasladarnos al lugar y era indispensable que hiciera buen tiempo, o de lo contrario se haría imposible en la práctica predicar el evangelio.

La solución era orar. Pedir a Dios que nos ayudara, alejando de nuestro camino ese pequeño inconveniente. Así que cada mañana, durante toda esa semana, los dieciocho misioneros participantes en aquella misión nos enviamos mensajes de texto para recordarnos los unos a los otros que debíamos orar, sin falta, a las cinco de la mañana, para que el Señor proveyera un hermoso sol en la zona kabekwa, como llaman los indígenas a su territorio en su propia lengua.

El día de nuestra partida se acercaba, pero las oraciones habían cambiado: ahora eran de agradecimiento por fe, pues estábamos seguros de que el sol brillaría con esplendor y las feroces lluvias harían un paréntesis para que la obra de Dios continuara en esa región. Así fue. Desde nuestra llegada al bajo Pacuare, el sol kabekwa lucía espléndido y con la majestuosidad que le dio el Creador. Hasta el último minuto en que nos fuimos de aquella comunidad, el sol siguió brillando. Nos acompañó durante todo el evento. Justo cuando finalizamos, las lluvias entendieron que podían salir de nuevo para continuar el curso natural de la estación. Fue sencillamente maravilloso.

Muchos soles kabekwa siguen saliendo sobre el pueblo de Dios diariamente para manifestar las potentes señales del Altísimo. Tal vez el obstáculo en tu camino sea de naturaleza totalmente distinta, pero la solución sigue siendo la misma: hay poder en la oración. Porque «esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye» (1 Juan 5:14, NVI). Por eso, «dedícate a la oración: persevera en ella con agradecimiento» (Col. 4:2, NVI). Recuerda que «el Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad» (Sal. 145:18, NVI).

«Cree que ya has recibido todo lo que estés pidiendo en oración, y lo obtendrás» (Mar. 11:24, NVI). Te lo dice alguien que lo ha experimentado en primera persona.

Febrero 10

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