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Si quieres crecer

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«Derribó los altares, las imágenes de Aserá y los ídolos, haciéndolos polvo, y destruyó todos los altares para incienso en todo el territorio de Israel» (2 Crónicas. 34:7).

Aún no había cumplido diecisiete años cuando escuchó una conversación. Dos personas adultas hablaban de que tener una planta de sábila podía traer riquezas. El truco era el siguiente: si la planta se ponía verde, grande y hermosa, quería decir que la persona iba a recibir gran prosperidad económica; pero si la planta se secaba, se marchitaba y no salía adelante, eso quería decir que la persona iba encaminada hacia la ruina. Decidió comprarse una planta de sábila.

Cada mañana, aquella joven regaba su planta, y algunos días la sacaba un rato al sol para asegurarse de que la luz y el agua la hicieran crecer fuerte y sana. La esperanza era que, muy pronto, vería en su vida la prosperidad de la que había oído hablar. Puso toda su confianza en aquella planta, de tal manera que su tiempo comenzó a girar en torno a ella y sus cuidados. Pero, con los años y la falta de resultados, se dio cuenta de que aquello era absurdo. No había alcanzado ningún tipo de prosperidad económica, y mucho menos espiritual, a pesar de que la planta estaba verde, grande y hermosa.

Por extraño que pueda parecernos a ti y a mí, estas son cosas que pasan de verdad. En tiempos antiguos pasaban cosas similares que, en el fondo, compartían la misma causa: la superstición que habita en el corazón humano. Pero la prosperidad (material y espiritual) nunca llega a través de supersticiones.

Para prosperar hay que desarrollar la constancia y el esfuerzo, porque «el que hace bien su trabajo, estará al servicio de reyes y no de gente insignificante» (Prov. 22:29). Para prosperar hay que confiar en Dios: «Tú me proteges y me salvas, me sostienes con tu mano derecha; tu bondad me ha hecho prosperar» (Sal. 18:35). Para prosperar, hay que aceptar la disciplina, «porque el Señor corrige a quien él ama, y castiga a aquel a quien recibe como hijo» (Heb. 12:6). Para prosperar, tenemos que fijar «nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona» (Heb. 12:2).

Prosperar es algo a lo que toda mujer cristiana debería aspirar; sobre todo si se trata de la prosperidad espiritual: «Busquen con ansia la leche espiritual pura, para que por medio de ella crezcan y tengan salvación» (1 Ped. 2:2).

Marzo 06

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