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Él tiene que ser levantado

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«Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre tiene que ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna» (Juan 3:14-15).

La serpiente es un animal que genera más rechazo y miedo que cualquier otro. Su veneno puede ser mortal; su aspecto, horrible. Aunque no siempre fue así. «Para conseguir lo que quería sin ser advertido, Satanás escogió como medio a la serpiente, disfraz bien adecuado para su proyecto de engaño. La serpiente era en aquel entonces uno de los seres más inteligentes y bellos de la tierra. Tenía alas, y cuando volaba presentaba una apariencia deslumbradora, con el color y el brillo del oro bruñido. Posada en las cargadas ramas del árbol prohibido, mientras comía su delicioso fruto, cautivaba la atención y deleitaba la vista que la contemplaba» (Patriarcas y profetas, cap. 3, p. 33). Eva fue engañada por la serpiente y así entró el mal en este mundo. El Señor sentenció a ese animal: «Por esto que has hecho, maldita serás entre todos los demás animales. De hoy en adelante caminarás arrastrándote y comerás tierra» (Gén. 3:14).

Desde entonces hasta nuestros días, la serpiente ha sido símbolo del pecado y del mismo Satanás: «Así que fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña a todo el mundo» (Apoc. 12:9). Pero nosotras tenemos un Dios más grande que el veneno de una serpiente y definitivamente más poderoso que el enemigo de las almas. Vemos que esto es así a lo largo de toda la Biblia, y particularmente en un pasaje que también tiene que ver con una serpiente, solo que esta serpiente representaba la salvación de Dios.

En su peregrinar por el desierto, el pueblo de Israel fue atacado por serpientes venenosas, y Dios ordenó a Moisés que tallara una serpiente de bronce y la levantara ante el pueblo. Los que habían recibido mordedura de serpiente debían mirarla con fe para vivir. Aquellos que decidieron poner su fe en la serpiente de bronce y mirarla, fueron sanados de las mordeduras y se restablecieron por completo (ver. Núm. 21:4-9).

Todo ser humano que ha pisado alguna vez la faz de la tierra ha sentido la mordedura de esa serpiente que se llama Satanás. Las consecuencias del pecado nos afectan absolutamente a todos. Pero en Cristo hay poder para salvar, para sanar y para comenzar de cero. Solo hay que mirarlo con fe, cada día.

Marzo 22

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