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Él te traerá sanidad y medicina

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«He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad» (Jeremías. 33:6, RV60).

Marta había sido ya desahuciada por los médicos cuando su esposo decidió buscar la ayuda de ministros y otros creyentes para que oraran por ella. Contra todo pronóstico humano, la mujer sanó por completo; era tal el pronóstico divino. Muchos, como ella, siguen recibiendo cada día el milagro de la sanidad, porque creen en Dios y le piden que intervenga. Otros, sin embargo, mueren. Pero fruto también de su fe y sus oraciones reciben abundancia de paz en el momento de la prueba. Como le sucedió, por ejemplo, a una mujer anciana de una iglesia.

Esta mujer vivía para servir a Dios y a la congregación a la cual asistía. Llegaba temprano a cada reunión para estar a solas con su Señor y, de rodillas, hablar con él. En varias ocasiones, el pastor la escuchó decir en oración:

-Yo sé que tú sanarás a mi único hijo. ¡Yo lo sé, yo lo sé!

No pudo ser. Cuando recibió la noticia del fallecimiento de su hijo, el pastor quiso darle aliento, pero fue ella quien se lo dio a él. Con voz serena y rostro tranquilo, le contó como el Señor le había revelado abundancia de paz, serenidad y aceptación durante la dura prueba. Había aceptado la muerte de su hijo con plena confianza en Dios.

En otra ocasión, una joven novia se sentía alegre, ilusionada y en espera de aquel momento en el que uniría su vida con la del hombre al que amaba. Pronto sería su esposo, y ella estaba tremendamente feliz. Al regresar de su luna de miel, la vida parecía sonreírle en todo, hasta que él murió repentinamente. Fueron muy pocos los días de felicidad que disfrutaron juntos; la tristeza dio sus embates y llenó de luto el corazón de la muchacha. La mamá de ella desfallecía por dentro al ver el dolor de su hija. Un día, la mamá halló paz. Dios puso en su mente la convicción plena de que el Señor sabía lo que hacía, y aceptó la difícil realidad de un hogar truncado

Cuando Dios no te concede la sanidad, te da medicina para el alivio de tu corazón; cuando no te da medicina, te regala su abundante paz y te hace vivir en su verdad. Dios te bendiga en tu dura prueba, amiga.

Abril 25

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