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Guarda la espada

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«Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, pero la lengua de los sabios es medicina» (Proverbios. 12:18, RV95).

A principios del otoño de 1941, en Europa comenzó el que sería uno de los movimientos históricos más duros, tristes e incomprensibles de toda la humanidad: el nazismo. Hitler, con su discurso de odio, convenció a una nación de exterminar aproximadamente a seis millones de judíos, que murieron no solo en las cámaras de gas, sino también por disparos, hambre, frío y abusos de todo tipo. Sus cuerpos fueron, muchos de ellos, enterrados en fosas comunes, bosques, barrancos y trincheras; de los otros, apenas quedaron cenizas. ¿Cómo se puede llegar a creer que una raza es la causa de todos los males de un país o de un continente? ¿Cómo puede un discurso de odio mover a la acción a tantas personas, como si tuvieran un motivo sano, justo y bueno?

Sé que te costará conectar tu vida con lo que sucedió hace tanto tiempo y tan lejos; sé que estarás pensando que esta meditación no es para ti. Pero ¿sabes qué? La semilla de un discurso dañino está en cada una de nosotras, y hemos de aprender a no alimentarla. Hay muchas formas de «matar al prójimo»; una de ellas es con nuestras palabras.

«Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, pero la lengua de los sabios es medicina» (Prov. 12:18, RV95). ¿Cómo son tus palabras? ¿Son, tal vez, una espada que hiere, un bofetón asestado en la cara de un enemigo, un cinturonazo que marca con dolor la conciencia de tus hijos? ¿O son una medicina, un bálsamo, una fuente de paz para las personas que te rodean?

Una mujer que tenía un carácter impulsivo decidió ir a un psicólogo para recibir ayuda. Le resultaba imposible controlar su lengua cada vez que sentía ira. El psicólogo, tras escucharla, le entregó una hoja y le pidió: «Estrújala». Asombrada, ella obedeció y convirtió aquella hoja en una bola. Luego, el psicólogo indicó: «Vuelve a dejarla como estaba». Por más que lo intentó, no pudo; el papel quedó lleno de arrugas. Entonces el psicólogo concluyó: «El corazón de las personas es como ese papel. La impresión que deja usted en ese corazón al que lastimó será tan imposible de borrar como estas arrugas. Aunque intentemos enmendar la situación, ya habrá quedado una marca. Si arrojamos palabras como espadas, no podremos volver atrás: el daño ya estará hecho».

Evitemos hacer ese daño, guardando la espada.

Mayo 12

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