Regresar

Derribar toda altivez

Play/Pause Stop
«Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Cor. 10:5, RV95).

No era ya ningún jovencito; de hecho, rozaba la tercera edad y, sin embargo, aún seguía siendo víctima de un carácter indomable. El enojo, la ira y la falta de dominio propio habían marcado toda su vida hasta que, definitivamente, se la arruinaron para siempre. Y todo comenzó un día normal, a una hora cualquiera, y con una simple infracción de tránsito. Pero con tan mala suerte que un policía lo vio...

Cuando el policía le dio la orden directa de que saliera del auto, él, enojado, comenzó a vociferar palabras ininteligibles y, acto seguido, pisó el acelerador con tal rabia que arrolló a un joven que, en ese preciso instante, salía de la iglesia. Lamentablemente, el joven perdía la vida al mismo tiempo que el hombre iba a estrellarse contra otro auto que pasaba por allí. El peso de la justicia cayó sobre él con toda su fuerza, pero el mal ya estaba hecho.

Este mundo sigue bajo el dominio de la ley de la carne. Son todavía muy pocas personas las que entienden la necesidad de someter los impulsos negativos a la autoridad de una conciencia convertida. ¿Cómo te va a ti en este apartado de tu vida? ¿Tienes más o menos control de emociones negativas como la ira, el enojo o la impaciencia? ¿Cómo andan tus niveles de dominio propio?

El texto de hoy nos invita a «llevar cautivos», es decir, a «subyugar», a «dominar», todo lo que pasa por nuestra mente. Lo que pensamos, lo que sentimos, lo que entendemos, ha de ser sometido a las verdades del evangelio antes de que nos atrevamos a darle forma. Todo lo que pensamos, no tenemos que decirlo; todo lo que deseamos hacer, no tenemos por qué hacerlo; todo lo que se nos pasa por la mente, no estamos en libertad de llevarlo a cabo... La mujer cristiana primero somete sus intenciones al conocimiento que ella misma posee de la voluntad de Dios. De no hacerlo así, estará actuando desde la altivez de quien aparenta ser cristiana pero, con sus decisiones diarias, niega la eficacia de la fe.

Dejemos de argumentar con Dios como si pudiéramos convencerlo de nuestras razones para hacer lo que hacemos y, sencillamente, adaptemos cada vez más nuestros hechos y palabras al evangelio. Sé que esto es difícil, y Dios también lo sabe. Por eso contamos con su Espíritu.

Mayo 21

Matutina para Android