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Sigues siendo el elegido de Dios

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«Dios, que me había elegido ya desde antes de mi nacimiento, me llamó por pura benevolencia». Gálatas 1: 15, LPH

EL DIOS DE LOS ELEGIDOS

 

¿LOGRAS CAPTAR lo que Pablo quiere decir? Dios llamó y eligió a Pablo, y a ti y a mí antes incluso de que naciéramos. Esta es una buena noticia que hacemos bien en recordar en esos episodios oscuros y luctuosos en los que tú y yo, con lágrimas de autocompasión, ¡gimoteamos a Dios por lo carente de significado e inútil que «es mi vida realmente»!

«Pero —protestas—, tú no me conoces. Mis padres no me planearon, no me querían: Soy un tremendo “resbalón”». Y puede que tengas razón. Pero nuestro texto es clarísimo: hay Alguien en el universo que sí te quiso y te planeó, Igual que Fares y Zara, gemelos no planeados ni queridos que acabaron en el árbol genealógico del Mesías (ver Génesis 38 y Mateo 1). Porque, independientemente de tus padres, sigues siendo el elegido de Dios.

«Pero nací con una terrible minusvalía —señalas—, lo que hace de mí un error de la naturaleza». Entonces, permite que te presente a mi amigo ciego, Ray McAllister, estudiante de doctorado en la Universidad Andrews, donde vivo y trabajo. Él me envió por correo electrónico esta bella oración: «Oh Dios, permíteme ser una persona ciega en su cuerpo, pero que pueda verte en espíritu con suma claridad y que pueda mostrarte a los demás y llevar otras personas a ti, a tu amor, a tu providencia y que, al hacerlo, pueda ayudar a que otros que son invidentes en el espíritu pero videntes en el cuerpo reciban vista». Porque, con independencia de la madre naturaleza, sigues siendo el elegido de tu Padre celestial.

«Pero —respondes—, la realidad es que soy demasiado viejo para que me elijan para algo». ¿Lo dices en serio? ¡Dile eso a Ana, la anciana viuda, cuya vida entera fue una cuenta regresiva hasta esos cinco minutos en que vio al Mesías niño en brazos de su madre y lo proclamó a todas las personas que había en el templo! Cuéntaselo a Moisés, cuyos primeros ochenta años de vida no fueron más que un preludio a cuarenta años adicionales de liderazgo inesperado. Porque, independientemente de tu edad, sigues siendo el elegido de Dios.

Y si eres el elegido de Dios, entonces eso solo puede significar que él tiene un plan para ti, una misión excepcional para una criatura excepcional. Por eso, el objeto de este nuevo año no es descubrir nuestros sueños, sino, más bien, seguir el destino trazado por Dios. Y eso hace de la oración de David la adecuada para Aquel que nos ha elegido: «Dirígeme por amor a tu nombre» (Sal. 31: 3, NVI). ¿Quién mejor para guiarnos este nuevo año que Aquel que nos eligió?

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