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Una historia de tres montes - Segunda parte

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«El Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que todos los planes y pensamientos de su corazón eran siempre los de hacer solo el mal. Y le pesó al Señor haber hecho al hombre en la tierra. Le dolió mucho en el corazón». Génesis 6: 5, 6, RVC

EL DIOS DE LOS ELEGIDOS

HAY QUE RECONOCÉRSELO a Dios, ¿no te parece? Fracaso tras fracaso, y sigue intentándolo. Una rebelión en su propio hogar y la tercera parte de los hijos se ha largado. Una rebelión en su nuevo planeta, y todos los hijos se han largado. ¿Cuánto fracaso puede soportar un progenitor? ¿Y en qué punto empieza a enojarse? ¿Enojo? En lugar de esto, la historia sagrada describe el dolor del fracaso divino con las simples palabras «le dolió en su corazón». Dolido porque en ese momento debe adoptar una terrible decisión que afronta todo cirujano que desea salvar a su paciente.

Y esa decisión ha sido tergiversada por Satanás, convirtiéndola en una furibunda diatriba contra la noción de un Dios creador amante. Si no, ¡fíjate simplemente en el diluvio! ¿Qué clase de Dios destruiría, enfurecido, toda una civilización? Afrontémoslo: los relatos de destrucción divina contenidos en la Biblia han hecho estragos en la reputación de Dios en la tierra. ¿Qué hacemos con el diluvio, y Sodoma y Gomorra, el exterminio de los cananeos, Uza, todo un ejército asirio, etcétera?

Tengo cáncer de pulmón. Visito al cirujano. Tiene dos opciones: dejar que el pulmón canceroso se extienda por todo mi cuerpo; actuar de forma radical e invasiva extirpando el órgano enfermo. ¿Salvar el órgano o salvar la vida?

Nuestro texto de hoy describe una tierra enferma de un cáncer terminal, el pecado. No todos los hijos de Dios han abandonado al Señor. Pero si se permite que el cáncer haga metástasis, Dios pierde a toda la especie. ¿Salvará el órgano y arriesgará la especie o actuará de forma radical e invasiva para extirpar la porción enferma para salvar la especie? Decídelo tú. Haz de médico divino.

Dios suplicó a los antediluvianos: «Vuelvan a mí y sean salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay ningún otro» (Isa.45: 22, NVI). Ocho de ellos cuéntalos sí se volvieron a él y fueron los únicos supervivientes de aquella cirugía radical.

«Vuelvan a mí». Estas no son las palabras de un Dios iracundo y avasallador. Son el ruego de un Salvador compasivo, un ruego que este mundo enfermo necesita desesperadamente volver a oír.

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