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EL DÍA DE LOS ELEGIDOS
GÉNESIS 1 ES EL RELATO majestuoso del Creador acercándose cada vez más a sus nuevos hijos de la tierra. Así que apresurémonos a esa culminación gloriosa compartiendo una condensación del relato de la creación al estilo del Readers Digest (puedes leer todo el capítulo cuando te venga bien, naturalmente). Te acordarás de que cada día termina con la fórmula hebrea «fue la tarde, fue la mañana, día ». La palabra hebrea traducida «día» es yom, la cual, cuando va unida a un número (como sucede ciento cincuenta veces en el Antiguo Testamento), siempre se refiere (salvo en Zac. 14:7) a un período de veinticuatro horas. Así que aquí la tienes:
Y luego, en un acto culminante de creación personalizada, el Creador se agacha y con sus propias manos divinas da forma a los dos primeros de un nuevo tipo de raza, un varón y una hembra humanos, en cuya combinación se encuentra la imagen misma del propio Creador.
Y, ¿qué decían las reseñas al final de esos seis días de creación? «Yvio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera» (Gén. 1:31). Tú habrás hecho eso, ¿no? Acabaste de reconstruir un motor, culminaste una obra maestra culinaria o pusiste un brochazo final en aquellienzo; luego diste un paso atrás con una gran sonrisa de satisfacción. «Esto está bien; ¡muy bien!».
Puede que el astrónomo ateo Carl Sagantuviera razón. «Una religión, antigua o nueva, que recalcara la magnificencia del universo revelado por la ciencia moderna podría dar lugar a reservas de reverencia y asombro apenas explotadas por las fes convencionales» (citado en Richard Dawkins, El espejismo de Dios, p. 33). Quizá los creacionistas hayamos perdido el asombro de la reverencia ante la obra sobrecogedora del Creador. Sin embargo, si volvemos a recuperarlo, los que no creen podrían encontrar aún en esa reverencia compartida un paso de acercamiento al Creador inadvertido.