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La bendición de ser generosos

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"Muchos buscan el favor del que es generoso; al que es desprendido no le faltan amigos"(Proverbios 19:6).

Philipp Melanchton (en realidad Schwartzerdt) nació en Bretten (Alemania) en 1497. Estudió en Heidelberg a partir de 1509, posteriormente asistió a la Universidad de Tubinga (1512). En 1518 llegó a ser profesor de griego en la Universidad de Wittenberg donde conoció a Martín Lutero, quien entonces había ganado una enorme popularidad debido a sus 95 tesis acerca de la justificación por la fe, difundidas a partir de octubre de 1517. Melanchton confesó en su testamento que había aprendido el evangelio escuchando a Lutero.

Pero, debido a su protesta en contra del papado, para Lutero las cosas se empezaron a poner difíciles. "En aquel momento, cuando Lutero necesitaba tanto la simpatía y el consejo de un amigo verdadero, Dios en su providencia mandó a Melanchton a Wittenberg. Joven aún, modesto y reservado, tenía Melanchton un criterio sano, extensos conocimientos y elocuencia persuasiva, rasgos todos que combinados con la pureza y rectitud de su carácter le granjeaban el afecto y la admiración de todos. Su brillante talento no era más notable que su mansedumbre. Muy pronto fue discípulo sincero del evangelio a la vez que el amigo de más confianza de Lutero y su más valioso cooperador; su dulzura, su discreción y su formalidad servían de contrapeso al valor y a la energía de Lutero. La unión de estos dos hombres en la obra vigorizó la Reforma y estimuló mucho a Lutero" (El conflicto de los siglos, p. 126).

Melanchton llegó a ser una de las figuras intelectuales más poderosas de su época, pero no se guardó el conocimiento para sí, sino que decidió compartirlo. En 1519, a partir de la Disputa de Leipzig, tomó partido abiertamente a favor de Lutero y, desde 1521, fue uno de los portavoces de la teología de la Reforma protestante. Gracias a sus grandes conocimientos, escribió manuales para casi todas las disciplinas, por lo que es posible que haya influido más que el propio Lutero en el desarrollo de la Reforma.

La generosidad es una de las virtudes fundamentales que cada hijo de Dios debe cultivar durante su paso por este mundo. Por eso es importante que aprendas a compartir lo que tienes, sea mucho o poco. No te acostumbres a estar recibiendo todo el tiempo. Mejor aprende a dar. Así, aun cuando ya no estés, la huella de tu bondad quedará impregnada en la experiencia de aquellos que te conocieron e impactará la vida de quienes no tuvieron la oportunidad de convivir contigo.

Pide hoy al Señor que te ayude a ser una persona generosa.

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