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El día de la dependencia

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«El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas ni es honrado por manos de hombres, como si necesitara de algo, pues él es quien da a todos vida, aliento y todas las cosas. De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación». Hechos 17: 24-26

LA COMUNIDAD DE LOS ELEGIDOS

ESTADOS UNIDOS LLAMA al día de hoy el Día de la Independencia, pero, dadas las siguientes estadísticas, quizá podríamos pensar que es el Día de la Dependencia.

Alguien me envió un correo electrónico (ya conoces de qué tipo: reenviado por quincuagésima séptima vez) que me abrió los ojos a las realidades de esta civilización a la que tú y yo pertenecemos. Dicen que si pudiéramos comprimir la población de la tierra hasta la escala de una aldea de precisamente 100 habitantes y mantuviéramos iguales todas las proporciones demográficas, nuestro mundo sería más o menos así: Habría

  • 57 asiáticos, 21 europeos, 14 del hemisferio occidental (norte y sur) y 8 de África.
  • 52 serían mujeres y 48 hombres; 70 no blancos y 30 blancos.
  • 70 serían no cristianos y 30 cristianos.
  • 6 de los 100 poseerían el 59% de toda la riqueza mundial, y los 6 serían de Estados Unidos. .
  • 8 vivirían en infraviviendas; 70 no sabrían leer; 50 padecerían malnutrición; uno estaría próximo a su fallecimiento, y uno estaría próximo a su nacimiento; uno tendría formación universitaria; y uno (sí, solo uno) sería propietario de una computadora.

«¿Soy yo el guardián de mi hermano y de mi hermana?». ¿E incluirían a todos estos? Obviamente, es imposible que mental y emocionalmente llevemos al mundo entero en nuestro corazón, y menos sobre los hombros. Nuestro texto de hoy nos recuerda que solo Dios tiene el mundo entero en sus manos. Pero en un mundo que, mediante la tecnología de las comunicaciones se ha reducido a una aldea global, y que, no obstante, sigue tan tremendamente dividido entre los que tienen y los que no, ¿cómo vamos a poder ser guardianes unos de otros? Quizá deberíamos al menos empezar por casa.

Norman Mailer, autor estadounidense, dio en el clavo cuando observó: «Nos han robado algo que no acertamos a identificar». ¿Podría ser lo que Richard Swenson en su libro Margin llama el «mutualismo» de cada cual? ¿Hemos perdido nuestra conciencia de comunidad? ¿Hemos abandonado nuestra «condición de familia» divina en pro de nuestros cubículos de aislamiento privado de alta tecnología propios del siglo XXI? En vez de nuestra independencia, puede que necesitemos declarar nuestra dependencia mutua. Quizá el primer cubículo que haya que ampliar sea el mío, ¿Quieres entrar?

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