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LA COMUNIDAD DE LOS ELEGIDOS
ESTADOS UNIDOS LLAMA al día de hoy el Día de la Independencia, pero, dadas las siguientes estadísticas, quizá podríamos pensar que es el Día de la Dependencia.
Alguien me envió un correo electrónico (ya conoces de qué tipo: reenviado por quincuagésima séptima vez) que me abrió los ojos a las realidades de esta civilización a la que tú y yo pertenecemos. Dicen que si pudiéramos comprimir la población de la tierra hasta la escala de una aldea de precisamente 100 habitantes y mantuviéramos iguales todas las proporciones demográficas, nuestro mundo sería más o menos así: Habría
«¿Soy yo el guardián de mi hermano y de mi hermana?». ¿E incluirían a todos estos? Obviamente, es imposible que mental y emocionalmente llevemos al mundo entero en nuestro corazón, y menos sobre los hombros. Nuestro texto de hoy nos recuerda que solo Dios tiene el mundo entero en sus manos. Pero en un mundo que, mediante la tecnología de las comunicaciones se ha reducido a una aldea global, y que, no obstante, sigue tan tremendamente dividido entre los que tienen y los que no, ¿cómo vamos a poder ser guardianes unos de otros? Quizá deberíamos al menos empezar por casa.
Norman Mailer, autor estadounidense, dio en el clavo cuando observó: «Nos han robado algo que no acertamos a identificar». ¿Podría ser lo que Richard Swenson en su libro Margin llama el «mutualismo» de cada cual? ¿Hemos perdido nuestra conciencia de comunidad? ¿Hemos abandonado nuestra «condición de familia» divina en pro de nuestros cubículos de aislamiento privado de alta tecnología propios del siglo XXI? En vez de nuestra independencia, puede que necesitemos declarar nuestra dependencia mutua. Quizá el primer cubículo que haya que ampliar sea el mío, ¿Quieres entrar?