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¿Está ahí Alegría? - Primera parte

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«Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. [...] Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y Sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos». Hechos 2: 42-47

LA COMUNIDAD DE LOS ELEGIDOS

KATHLEEN PIPER compartió su historia en la página de Give and Take de la Adventist Review: «Una noche, mientras asistía a una reunión de la junta en el sótano de nuestra iglesia, el teléfono de la habitación contigua no paraba de sonar. Siendo la más próxima a la puerta, me levanté para contestarlo. Una voz al otro extremo de la línea preguntó: “¿Está ahí Alegría?" Sin pensar, contesté: “No, señor, aquí no hay ninguna Alegría; esto es una iglesia”. A menudo me he preguntado si quien llamó captó la plena implicación de mi respuesta».

¿Qué tal en tu iglesia o en la mía? ¿Hay alegría en ellas? Ciertamente, ¡estaba presente en la iglesia en sus orígenes en el libro de Hechos! Tres mil nuevos creyentes se agolpan en la comunidad espiritual nuevecita «con alegría [...] de corazón». La palabra griega vertida «alegría» puede traducirse «gozo profundo». Tanto, que hacían cultos siete días a la semana, o «cada día», según lo expresó Lucas. ¡Eso sí que es iglesia!

Y, ¿qué hacían? La versión Dios Habla Hoy expresa nuestro texto así: «Y eran fieles en conservar la enseñanza de los apóstoles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan y en la oración» (Hech. 2: 42). Ahí están los cuatro ingredientes vitales de la edificación de la comunidad entre los elegidos. De hecho, si hoy decides que quieres cultivar el espíritu de comunidad entre cinco o seis hermanos y hermanas de tu iglesia, estas cuatro claves serán el secreto de la experimentación del tipo de comunidad «mutualista» de Hechos: la Palabra (no había Biblias en aquella época, solo la enseñanza de los apóstoles extraída de las Escrituras), el grupo (la reunión de algunos en sus hogares; solo un puñado, ya que no puedes amontonar a los tres mil en una sola habitación), el pan (compartían una comida, no todos los días pero lo suficiente para construir un fuerte vínculo social) y las oraciones (hablaban juntos con Dios, sin lenguaje florido ni oraciones elaboradas, solo una pequeña comunidad de hermanos hablando detenidamente en voz alta con Jesús entre todos). La iglesia primitiva no necesitaba doctorados en crecimiento de iglesia. Todo lo que el Espíritu necesitó fue un puñado de hombres y mujeres, ansiosos y deseosos de amar a Dios de forma suprema y de amarse mutuamente de manera imparcial.

Y eso es cuanto necesita hoy, siempre que alguien llame a tu iglesia buscando alegría.

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