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El porche delantero – Cuarta parte

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«El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo y seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal, en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros». Romanos 12: 9, 10

LA COMUNIDAD DE LOS ELEGIDOS

VEAMOS UN PAR de objeciones adicionales que oímos siempre que se consideran los grupos pequeños.

«No quiero hipotecar mi vida».Uno de los temores que tiene la gente es incorporarse a un grupo que dure por los siglos de los siglos, amén. Nadie quiere eso. Por eso, al comienzo de un nuevo grupo pequeño, es preciso aprobar una «cláusula de caducidad». No hay nada de malo en acordar reunirse durante tres o cuatro meses y, después, renegociar el «contrato» de ustedes. Si un grupo decide reunirse un período mayor, está bien. Pero tener una fecha de finalización/renegociación mantiene a todos a gusto.

«En realidad, no soy el tipo de persona que se sienta a gusto en los grupos pequeños.No tengo tal necesidad imperiosa de sentirme parte de un grupo. No soy alguien solitario. No soy un inadaptado. Tengo amigos. Por eso, creo que no sacaría gran cosa de esto». Bien, ¡al menos eres sincero! Y puede que tengas razón, en principio. Sin embargo, ¿me dejas que sugiera con tacto que el poder de la comunidad cristiana tiene más que ver con dar que con recibir? Jesús tampoco necesitaba a los que habitamos este planeta. Pero su gozo irreprimible no surgió de que se incorporara a nuestro grupo para recibir, sino para dar. ¿Has pensado alguna vez que quizá una razón significativa para que te incorpores a un pequeño grupo de «porche delantero» es que esa pequeña comunidad necesita lo que tú aportes? Después de todo, en las familias sucede así, ¿no? Nadie elige a su familia, pero el milagro del amor significa que tu malcriada hermana y tu fastidioso hermano te son muy cercanos y queridos, «porque somos familia!».

Pero no sugiero con esto que no haya bendiciones muy significativas que te lleguen cuando te incorporas a un grupo pequeño. He aquí cuatro:

1.Conseguimos fortaleza para las tormentas de la vida. Me encanta navegar, pero ¡no quiero estar solo ahí fuera cuando se desencadena una tormenta!

2. Recibimos sabiduría para tomar decisiones importantes. Salomón lo sabía: «Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo» (Prov. 27: 17).

3. Participamos en la experiencia de una rendición de cuentas, que es vital para el desarrollo espiritual. Recuerda que los llaneros solitarios están, precisamente, solos.

4. Encontramos aceptación, que nos ayuda a curar nuestras heridas. Es inevitable. Tener una comunidad de «porche delantero» a la cual pertenecer (además de tu cónyuge o los colegas de tu trabajo habitual) puede ser un don del cielo para corazón necesitado. ¡Anímate! Los grupos pequeños pueden cambiar tu vida.

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