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Un testimonio personal

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«Anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo». 1 Tesalonicenses 5: 11, NVI

LA COMUNIDAD DE LOS ELEGIDOS

TERMINEMOS NUESTRAS reflexiones sobre «porches delanteros» y «mutualismo» con el testimonio personal de Rob Thomas que mi amiga Kay Kuzma compartió en su devocionalLa buena vida.

«El suicidio de mi madre me destrozó. Mi primera reacción fue de estupor, después de negación, más tarde de enojo: “¿Cómo ha podido hacerme esto?”. Luego llegó la culpa: “Por qué no hice yo algo más. Cuestioné el papel de Dios en el sufrimiento de mi madre (ella era maniacodepresiva), y en su decisión determinar con su vida. Ciegamente, no veía más que dos opciones: 1. Dios no había cumplido su promesa de no dejar que mi madre fuera tentada más allá de lo que ella pudiese soportar (1 Cor. 10:13). 2. Mamá simplemente erró. O Dios, o mi madre se habían equivocado, y esta conclusión casi destruyó mi relación con Dios.

»Durante dos años realmente luché con mi vida espiritual. En retrospectiva, me parece que fue una combinación de mi vida espiritual más bien estéril antes de la muerte de mamá, su suicidio y las interrogantes que surgieron en mi mente sobre el papel de Dios en nuestras vidas, así como el hecho de asistir a una iglesia grande e impersonal donde no había nadie que me escuchara, me animara y reforzara en mí la verdad de que Dios nos ama y es Satanás el que destruye. Me da vergüenza decir que casi renegué de Dios. Seguí asistiendo a la iglesia, pero en realidad lo hacía por los niños, pues no quería que ellos crecieran sin ir a la iglesia por mi culpa.

»Antes de tomar la decisión final de dejar a Dios, me propuse investigar un poco más. Leí un libro de Philip Yancey, Where is God When it Hurts? [¿Dónde está Dios cuando duele?], que realmente me ayudó a ver todo lo bueno que siempre tengo a mi disposición. Comenzamos a asistir a una iglesia con pocos miembros donde participé y encontré amistades que me aceptaron incondicionalmente, también asistía a sesiones de terapia.

»Durante los últimos cinco años he vuelto a renacer espiritualmente. He sido beneficiado por cuatro grupos pequeños, un grupo secular de recuperación y tres grupos espirituales. Mi vida devocional y de oración ha sido más significativa y he participado mucho más en la iglesia. Ha sido maravilloso, ¡algo así como mi propia resurrección espiritual! Me pregunto por qué me llevó tanto tiempo —¡treinta malgastados y dolorosos años!— reconectarme con Dios» (p. 206).

Publicado originalmente como Cada día más sano.— N. del E.

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