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¿QUÉ QUIERES QUE YO HAGA?

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“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hechos 9:4-6).

El más cruel e implacable perseguidor de la iglesia se transforma en el más hábil defensor y paladín de Jesucristo. Su día se volvió noche.

Cuando su vista oscureció, él vio definitivamente la luz del evangelio. La persecución de los seguidores de Jesús llevó a muchos de estos a refugiarse en Damasco, un centro comercial ubicado a unos 100 kilómetros del Mar Mediterráneo y a 240 kilómetros al nordeste de Jerusalén, en la provincia romana de Siria. Varias rutas comerciales conectaban Damasco con otras ciudades del Imperio Romano. La presencia cristiana en ese lugar era una oportunidad para la extensión del cristianismo y hacia allá fue Saulo, con autoridad, fuerza, vigor y celo equivocado para perseguir, encarcelar y matar a los supuestos herejes.

Casi llegando a la ciudad, mientras contemplaban la verde y fructífera vegetación, lo rodeó una luz del cielo más fuerte que el sol en su esplendor; lo arrojó al suelo, y se escuchó una fuerte y poderosa voz que decía: “Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?" Esta experiencia única iba a transformar su vida para siempre.

Aquel de quien Saulo pensaba que era un blasfemo, un impostor, un falso Mesías, cuyos seguidores eran unos fanáticos engañados, ahora le pregunta por qué lo perseguía. Saulo había imaginado otra entrada en Damasco, una repleta de honores y aplausos. Después de todo, él llegaba para terminar con aquella plaga del cristianismo. Saulo escuchó, pero no entendió; vio luz, pero no vio a nadie. Fue conducido por terceros; estuvo tres días incomunicado y en soledad; en penumbra física, pero en reflexión, oración y arrepentimiento. En la oscuridad, todo se le hizo claro. Vio realmente quién era y, sobre todo, quién era Jesús.

Tal vez de manera consciente o inconsciente, tímida o rebelde, estás persiguiendo a Jesús con tu indiferencia, con tu inestabilidad y con tu falta de compromiso. ¿Crees que puedes terminar con Jesús y con su mensaje? Quien aun temblando se anima a preguntar como Saulo: “Señor, ¿qué quieres que haga?”, seguro recibirá la mejor respuesta. Este inicio del año es un buen momento para renovar tu entrega y tu compromiso con Dios y con su Palabra.

Como muy bien decía Spurgeon: “Nadie está tan seguro como aquel a quien Dios guarda; nadie está tan en peligro como aquel que se guarda a sí mismo".

Si no me creen, pregunten a Saulo.

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