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PARA ESO ESTAMOS

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“Yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús" (Hechos 21:13).

Hace un tiempo, visitaba en un hospital a un bombero que había sido afectado por el fuego debido a sus heroicos movimientos en medio de un incendio. Se encontraba en terapia intensiva; su situación no era grave, pero sí delicada. Después del saludo y como intentando animarlo, decidí felicitarlo por su valiente acción y espíritu de servicio. Abriendo apenas sus ojos, con la mano levantada y con voz débil pero convincente, me agradeció. Sin embargo, casi al instante aseguró que no había nada para felicitar. Él dijo simplemente: “Para eso estamos”.

Desde entonces, pensé muchas veces en su sermón de tres palabras: “Para eso estamos”. En realidad, un bombero no está para quemarse ni dañarse. No obstante, en su servicio para proteger bienes y vidas, si es necesario arriesgar la propia para salvar la ajena, está dispuesto para eso.

Pablo también tenía muy en claro cuál era el propósito de su vida y de su ministerio. En Hechos 20 se narra la profecía de Agabo, quien escenifica lo que le sucederá a Pablo atándose los pies y las manos con el cinto del apóstol, prediciendo así que sería tomado preso en Jerusalén. De manera insistente, los hermanos procuraron que Pablo no fuera a esa ciudad, pero no pudo ser persuadido: no solo estaba dispuesto a ser atado, sino además estaba dispuesto a morir por Cristo, si era necesario. Estaba resuelto a lo que fuese y, por la gracia de Dios, no solo a soportarlo sino también a sufrirlo con gozo.

Al respecto, esto narra Elena de White: “Las pruebas y las penalidades sufridas por Pablo habían agotado sus fuerzas físicas. Padecía los achaques de la vejez. Comprendía que estaba realizando su postrera labor; y a medida que se le iba acortando el tiempo, eran más intensos sus esfuerzos. Su celo no tenía límites. Resuelto en el propósito, rápido en la acción, firme en la fe, pasaba de iglesia en iglesia por diversos países, y procuraba por todos los medios a su alcance fortalecer las manos de los creyentes para que actuasen fielmente en la obra de ganar almas para Jesús, y que en los tiempos de prueba que ya se iniciaban permaneciesen firmes en el evangelio y testificasen fielmente por Cristo” (Los hechos de los apóstoles, p. 389).

Los esfuerzos de Pablo eran cada vez más intensos. Su propósito misionero era innegociable. Su accionar era urgente y prioritario. Su pasión y su coraje para cumplir la misión no tuvieron límites. “El coraje no es tener la fuerza para seguir, es seguir aun cuando se acaban las fuerzas”, dijo Napoleón Bonaparte.

¿Puede decirse lo mismo de nosotros?

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