Regresar

¡Oh, Calcuta!

Play/Pause Stop
«Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos». 2 Corintios 8, 9

LA MOVILIZACIÓN DE LOS ELEGIDOS

EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA T. S. Eliot escribió: «La última tentación es la mayor traición: hacer el bien por razones espurias». Pero, ¿cuál sería la razón legítima?

Imagina una amalgama de cartón mojado y de bolsas de plástico junto a una cuneta sucia y pútrida de un barrio bajo de Calcuta. Miras a su apestoso interior y, encuentras, acurrucada en posición fetal, la forma flaca y consumida de un hombre de cara sombría cuyos ojos hundidos se te quedan mirando. A gatas por ese cuchitril, aguantando tu respiración por el hedor, recoges este demacrado desecho de la humidad y lo llevas a un taxi, que ha estado aguardando, que los lleva a ambos a toda velocidad al aeropuerto. Pones el cinturón a este desconocido macilento, sentado junto a ti en el 747, y veinte horas después, a medio mundo de distancia, aterrizas. De vuelta en tu propio hogar, llevando todavía en brazos la forma repugnante y flacucha del hombre, entras aprisa, bañas a este desconocido esquelético, lo limpias, lo vistes, le das de comer y lo echas en la cama. Por la mañana, cuando sus ojos desconcertados por fin captan la opulencia de lo que ahora lo rodea, haces lo más impensable. Le entregas las llaves de tu casa, de tu todoterreno, tu lancha, tu despensa y una carpeta con los números de tu cuenta corriente, de tu cuenta de ahorro, tus tarjetas de crédito y tu cartera de acciones.

Luego, apenas sin mediar palabra, le das la mano, abrazas sus hombros huesudos, te quitas la ropa y recoges al taparrabos pútrido y pegajoso que le quitaste la noche anterior y te envuelves en sus jirones raídos. Asintiendo finalmente con la cabeza, sales de tu casa aferrándote únicamente al billete de vuelta del título de transporte de ida y vuelta del desconocido. Y, a bordo de otro 747, vuelas a un universo de distancia. Cuando aterrizas en Calcuta debes caminar: no tienes dinero para un taxi. Por fin, un montón de horas después, llegas lentamente al mismo tugurio en que lo encontraste hace días. Reconoces el cobertizo de cartón, que destila podredumbre, por el olor vomitivo que desprende. Agachándote en el rancio suelo, entras a gatas en ese deprimente agujero frío y húmedo. Y, acurrucado en posición fetal, vives el resto de tus días en esa miseria terrible de mugre interminable, ¿Y el desconocido? Ahora posee cuanto tenías, porque se lo diste. Y tú posees cuanto tenía él, porque te lo dio. Tu riqueza es suya por siempre, y su pobreza es ahora tuya por siempre jamás.

¿Por qué deberíamos servir a los pobres y los necesitados? Porque es lo que Jesús hizo por nosotros.

Matutina para Android


Envía tus saludos a:
devocionaladultos@gmail.com