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LA MEJOR DEFENSA

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“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes" (Efesios 6:13).

Pablo utiliza la figura de un soldado para ilustrar la armadura del creyente. Hoy nos detendremos en las armas defensivas de base.

El cinto de la verdad (Efe. 6:14). Sujetaba la túnica que distinguía al soldado y que le cubría casi todo el cuerpo. El cinto mantenía unidas las otras partes de la armadura. Cristo, como la verdad, es la fuerza integradora en la vida de un creyente victorioso. Pablo dice que los que son de Cristo están recubiertos de Cristo.

La coraza de justicia (Efe.6:14). Hecha de placas de metal, colocadas sobre la túnica, servía para proteger los órganos vitales como el corazón y los pulmones. Además, cubría el cuerpo, frente y espalda, desde el cuello hasta los muslos. Simboliza la justicia del creyente en Cristo.

El calzado del evangelio (Efe. 6:15). El soldado romano usaba sandalias con tachuelas en las suelas, lo cual le daba más firmeza para la batalla. Estas sandalias eran livianas y cubrían hasta casi la mitad de la pierna. El evangelio es el sustento sobre el cual está en pie el cristiano. Ese evangelio produce paz, por la seguridad de la victoria mediante la gracia de Dios, siempre listo para testificar.

El escudo de la fe (Efe. 6:16). No era un escudo pequeño, sino de algo más de un metro por medio metro, hecho de madera y cuero. Protegía de las lanzas, las flechas y los dardos de fuego. Una fila entera de soldados podía entrelazar sus escudos y marchar como si fuera una pared sólida. En la lucha, el creyente no está solo. Somos un ejército con una fe viviente en el poder de Dios.

El yelmo de la salvación (Efe. 6:17). Si los dardos del enemigo daban en el escudo, se apagaban y caían. Por eso, apuntaban a la cabeza. El yelmo en la cabeza ilustra una mente controlada por Dios. El casco, o yelmo, tenía como función resguardar la cabeza y la nuca. El creyente que estudia y aplica la Biblia está protegido por el yelmo de la salvación.

Aun cuando las fuerzas físicas de Pablo declinaban, él se defendía del poder del enemigo, pues “declaraba fiel y resueltamente el evangelio de Cristo. Vestido con toda la armadura de Dios, este héroe de la Cruz proseguía la lucha. Su voz animosa lo proclamaba triunfante en el combate” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 267).

Luchemos juntos, vestidos de toda la armadura de Dios.

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