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CONSUMIDOS Y CONSUMADOS

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"Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros esclavos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos" (Colosenses 4:1).

En el capítulo 3 de Colosenses, Pablo tenía un consejo para los siervos, pero en el capítulo 4 hay un consejo para los amos: Traten a sus siervos con justicia, con igualdad. Y sepan que darán cuenta a Dios. Pablo también dice que debemos orar, manifestar acción de gracias y ser sabios en el modo de actuar con quien no conoce a Dios. Una manera de influir en las personas es usar bien las palabras, de tal forma que sean agradables.

Pablo termina la carta enviando saludos y recomendando a muchas personas. Esto muestra que el gran teólogo y pastor era una persona que valoraba las relaciones, que dependía de las personas y que daba valor a todos individualmente, nombre por nombre.

Pablo sabía que todo buen trabajo nunca se hace solo. Todo trabajo exitoso depende de la participación de personas. Por eso, necesitamos aprender a valorar, respetar y promover a las personas. Al final, el Reino de Dios será formado por gente, y por eso necesitamos construir buenas relaciones.

Tenemos dos maneras de mirar la vida: antropocéntricamente (colocando al hombre en el centro) o cristocéntricamente (colocando a Cristo en el centro). Un enfoque es material, egocéntrico y temporal; el otro es espiritual, altruista y con destino eterno.

Las últimas palabras registradas por el gran comentarista de la Biblia Matthew Henry, ya en su lecho de despedida, fueron las siguientes: “Una vida consumida en la comunión con Dios y consumada en el servicio al Señor es la vida más feliz y mejor vivida". Esta experiencia fue también la de Pablo y debe ser la de cada uno de nosotros.

La plenitud del Espíritu y la plenitud de la Palabra son indispensables. Si todos somos controlados por el Espíritu de Dios y la Palabra de Dios, no habrá dificultad en llevarse bien con los demás.

“El hombre necesita un poder exterior a sí mismo para ser restaurado a la semejanza de Dios y ser habilitado para hacer la obra de Dios; pero esto no hace que no sea esencial el agente humano. La humanidad hace suyo el poder divino. Cristo mora en el corazón por la fe; y mediante la cooperación con lo divino el poder del hombre se hace eficiente para el bien” (Elena de White, El colportor evangélico, p. 107).

¡Vamos a consumirnos y consumarnos en la comunión y en la misión del Señor!

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