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EL FARO DEL FIN DEL MUNDO

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“Que guardes el mandamiento sin mancha ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo. Aparición que a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes y Señor de señores” (1 Timoteo 6:14, 15).

Pablo desafía a Timoteo a guardar su compromiso, libre de toda censura, sin tacha e irreprensible para aguardar la manifestación gloriosa de la segunda venida de Jesús. Diversas palabras nos presentan el advenimiento de Cristo. Aquí se usa “aparición”, en el sentido de la irrupción de un emperador. El Señor viene, aparecerá; su manifestación y su presencia establecerán definitivamente su Reino. Será a su tiempo, cuando se cumplan las profecías y el testimonio haya sido dado.

El 22 de octubre de 1844, hace 177 años, un grupo aguardaba con ansias el regreso del Señor. Elena de White relata, en Primeros escritos, que Jesús no vino a la Tierra, como algunos esperaban, para purificar el Santuario limpiando la Tierra por fuego. Era correcto su cálculo de los períodos proféticos, y Jesús entró en el Lugar Santísimo para purificar el Santuario al fin de los días. El error fue no comprender lo que era el Santuario, ni la naturaleza de su purificación.

Jesús consideraba con la más profunda compasión a los que se habían chasqueado. Les mostró que esta Tierra no es el Santuario, sino que él debía entrar en el Lugar Santísimo del Santuario celestial para hacer expiación por su pueblo y para recibir el Reino de parte de su padre, y que después volvería a la Tierra y los llevaría a morar con él para siempre.

El faro de San Juan de Salvamento (1884), conocido como El Faro del Fin del Mundo, está situado en el extremo sur del continente americano y es el primero en aguas australes.

El añadido "de Salvamento” fue impuesto durante la construcción del faro, a fin de mostrar su propósito: auxiliar y salvar a los náufragos. El Faro del Fin del Mundo dejó el servicio el 1o de octubre de 1902, día en que se inauguró el Faro Año Nuevo, levantado en zona más alta y visible.

Nosotros, al igual que aquel faro, solo podemos iluminar por la luz que viene del Sol, y la razón de nuestra existencia es salvar a los náufragos de este mar de pecado. Renueva hoy tu compromiso. Vive sin tacha, irreprensiblemente, aguardando al bienaventurado y soberano Rey y Señor, que aparecerá, se manifestará y se hará presente.

Ya no habrá náufragos que salvar y no será necesaria la luz del Faro del Fin del Mundo porque el mundo habrá llegado a su fin y no habrá más necesidad de luz, porque el Señor iluminará y reinará por los siglos de los siglos.

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