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Santo, santamente, por entero - Tercera parte

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«Amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 2 Corintios 7: 1

EL CARÁCTER DE LOS ELEGIDOS

¿QUÉ TIENEN QUE VER entre sí ser santos (ser «de Dios por entero») y un juicio escatológico? En hebreo se llama Yom Kipur, o «Día de la Expiación». Los judíos aún celebran hoy ese día de Levítico 16 en que toda la comunidad de Israel se reunía a la puerta del santuario para un solemne ritual litúrgico anual que representaba la erradicación final del pecado por parte de Dios. Era un día del juicio en miniatura, una purificación simbólica del santuario y una purificación espiritual de los elegidos que eliminaba del santuario (y del corazón de la gente) el registro de sus pecados. Era un día profundamente solemne, dado que era el único día del año en que el sumo sacerdote entraba en la gloria misma de la shekhiná de la presencia de Dios en el pequeño cubículo del lugar santísimo del tabernáculo, asperjando la sangre del sacrificio sobre el propiciatorio del arca de oro. «En este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová» (Lev. 16:30): un día de «aunamiento» entre Dios y sus elegidos, purificándolos para ser «suyos por entero», santificados por su gracia implacable.

Daniel 8:14 y Apocalipsis 14: 7 predijeron una purificación apocalíptica del santuario del cielo (Heb. 8: 1,2; 9:23, 24), que sería el capítulo final en la respuesta del cielo a la rebelión de Lucifer en la tierra antes de la Segunda Venida de Jesús. Desde el 22 de octubre de 1844 se ha repetido generación tras generación el urgente mensaje: «La hora de su juicio ha llegado». «Prepárate, Israel, para venir al encuentro de tu Dios» (Amós 4:12). Es tiempo de purificación. Entonces, ¿por qué no ha terminado el divino juicio previo al advenimiento? ¿Qué le lleva a Dios tanto tiempo poner punto final a nuestra rebelión en la tierra? Precisamente esas preguntas quitan las ganas tanto a los pastores como a la gente de volver a una conversación pública sobre el Yom Kipur final del cielo. Sugerir que, sencillamente, no estamos listos para el regreso de Jesús es invitar la crítica de que tal pensamiento es errado en el mejor de los casos y legalista en el peor.

Pero, ¿qué pasaría si fuera verdad? ¿Qué pasaría si todo el cielo estuviera preparado, listo en un abrir y cerrar de ojos, a interponer un derramamiento divino de gracia y poder espirituales sobre un pueblo que languidece? ¿Qué pasaría si los elegidos tuviésemos tanta devoción por Cristo, siendo suyos por entero, que el perfeccionamiento de «la santidad [ser suyos por entero] en el temor de Dios» (2 Cor. 7: 1) fuese lo que buscásemos fundamentalmente en Jesús? ¿Es legalismo querer profundamente lo que Dios ha prometido con seriedad?

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