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Acción de gracias en la entrecubierta

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«Allí comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová, tu Dios, por la buena tierra que te habrá dado». Deuteronomio 8: 10

EL CARÁCTER DE LOS ELEGIDOS

EL GALARDONADO LIBRO Mayflower, de Nathaniel Philbrick, aúna la ecuanimidad de un historiador con el talento dramático de un narrador y es la crónica más detallada y absorbente de los Padres Peregrinos que he leído en mi vida.

Tras su torturador viaje cruzando un Atlántico azotado por el temporal en la entrecubierta (el espacio entre la cubierta superior y la bodega de carga), los 102 pasajeros del Mayflower, puritanos la mitad, estando constituida la otra mitad por aventureros y por la tripulación, desembarcaron en el cabo Cod en medio del gélido clima de noviembre. Aún atenazaba al continente la «Pequeña Edad del Hielo» de Norteamérica.

El relato presentado por Philbrick de su chapucera y chapoteante llegada al continente propiamente dicho con ropa empapada y congelada un 23 de diciembre, las angustiosas dos semanas siguientes hasta construir su primer edificio (una casa comunal de planta cuadrada de seis metros de altura), la mortal entrada de un invierno amargado aún más por el hecho de que enfermaran o fallecieran tantos que solo seis de la diezmada colonia contaban con las fuerzas suficientes para cuidar de los enfermos, los enterramientos a altas horas de la noche en tumbas camufladas para ocultar a cualquier espía la merma del grupo de los Peregrinos: no se puede evitar leer este relato con una reverencia casi sagrada. Cuando llegó la primavera, 52 de los 102 pasajeros del Mayflower habían fallecido. «Nos imaginamos a los Peregrinos como aventureros con gran poder de adaptación sostenidos por una fe religiosa inquebrantable, pero también eran seres humanos en medio de lo que era y sigue siendo uno de los retos emocionales más difíciles que una persona puede afrontar: la emigración y el exilio» (p.76).

Casi cuatro siglos después, aquí estamos los adventistas estadounidenses, preparándonos para celebrar mañana el día de Acción de Gracias, ocupando la entrecubierta entre el pasado y el futuro, exiliados en una tierra extraña, «extranjeros y peregrinos sobre la tierra» (Heb. 11: 13). ¿Y cuál será nuestro espíritu? ¿Tenemos la misma tenaz determinación de ser fieles a la visión que puso en marcha nuestro movimiento? Sin importar las probabilidades en su contra y el precio devastador que pagaron, aquellas fueron personas no muy distintas de los héroes de Hebreos 11, los cuales «vieron de lejos [las promesas], y las saludaron reconociéndose a sí mismos como extranjeros de paso por este mundo» (Heb. 11: 13, DHH). No se acobardaron, no retrocedieron. Y nosotros tampoco debemos hacerlo, «Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe» (Heb. 12:2, NVI). Porque en Cristo la tierra prometida está garantizada. Los Peregrinos vivieron con esa conciencia de «los elegidos». Nosotros también debemos ser así. Puede que ya no falte mucho para el fin de la travesía.

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