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LA MISMA MENTE y el mismo corazón que pusieron el agua en los ríos y el mar, que dieron majestuosidad a las montañas y a las llanuras, y que vistieron a las flores del campo de mil hermosos colores, son los que nos trajeron a la vida a ti y a mí; son los que pusieron en cada rasgo de nuestra naturaleza destellos de la naturaleza de Dios. ¿Podría haber mayor privilegio que este de ser «hechura suya» (ver Efe. 2:10)?
Los detalles primorosos que el Creador puso en todas las flores y que las hacen tan originales y creativas nos hablan del cuidado que Dios tuvo al crearte a ti y a mí, haciendo de cada una algo especial e irrepetible. Ser conscientes de esta hermosa realidad nos conduce al verdadero sentido de valoración personal; nos enseña una de las lecciones que necesitamos aprender en esta vida: no debemos tratar de ser como ninguna otra persona, por encantadora que sea; hemos sido creadas para ser nosotras mismas.
¿Eres consciente de que puedes crecer y desarrollarte bajo tus propios parámetros, sin competir con nadie, sino sencillamente intentando ser la mejor tú que puedes llegar a ser? Nadie podría ser mejor tú que tú, ¿no te parece? Entonces, ¿por qué intentar ser quien no eres? La Biblia te conduce a apreciar lo que eres, así como lo que no eres; lo que tienes, así como lo que no tienes; de tal forma que vivas con humildad, sintiendo que necesitas de otros a la vez que otros te necesitan a ti.
Cada detalle de nuestra naturaleza está revestido de dignidad, lo que nos permite levantar la cabeza y no dejar que nadie nos degrade al punto de perder de vista que somos hijas de Dios. El Señor tiene vestiduras nuevas para nuestra desnudez física, emocional y espiritual. Su cuidado será efectivo cuando lo aceptemos, lo creamos, le dejemos actuar y lo experimentemos en todos los aspectos de nuestra vida; él hará perfecto lo imperfecto, sanará lo que está enfermo, lo imposible será posible, y la oscuridad desaparecerá en su luz.
Hoy es un día para florecer. Recibe los rayos del sol de justicia, déjate empapar por el Espíritu Santo, ora, confía, espera y recibe. No dejes de asombrarte de un hecho muy particular: eres hechura suya.