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LA PLAGA DE LAS LANGOSTAS

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"Las langostas, que no tienen rey, y salen todas por cuadrillas” (Prov. 30:27).

La plaga de langostas del desierto pone en riesgo la alimentación de millones de personas”, decía la noticia en el sitio web de la ONU. Esta mostraba que el este de África peligraba ante las olas de enjambre que arrasaban con todo. Era el peor brote de langostas en décadas. Más de doce millones de personas podían verse afectadas en una zona que de por sí ya sufría el hambre.

Un enjambre puede estar formado por 40 a 80 millones de langostas por kilómetro cuadrado, y esta bandada puede consumir cultivos equivalentes a la alimentación de 35.000 personas. Las lluvias aumentan sus posibilidades de reproducción y de formación de enjambres.

Es interesante notar que no hay un líder del grupo, pero en su instinto, se agrupan de forma ordenada para avanzar haciendo destrozos. Esto sucede cuando la serotonina en sus cerebros produce una serie de cambios que se desencadenan hasta llegar a convertirlas en seres gregarios y nómades.

Históricamente, han sido causa de grandes hambrunas y migraciones. El pueblo egipcio no fue la excepción cuando, como octava plaga, las langostas llenaron el cielo, oscurecieron la tierra y devoraron toda cosa verde que quedaba en su territorio.

Aparentemente, según estudios realizados y detallados por National Geographic, los cambios climáticos son en grandísima medida responsables de este tipo de escenarios propicios para la rápida proliferación de plagas. En la etapa solitaria, como saltamontes, estas criaturas no generan tantos estragos como cuando pasan a su etapa gregaria y se reúnen con millones más.

Sabemos que, en los últimos tiempos, algunos esfuerzos aislados que no han logrado mucho, al unirse, generarán grandes estragos en lo social, político y también espiritual. ¿Cómo podemos hacer para estar preparados ante sus ataques?

En primer lugar, podemos recordar que somos responsables del cuidado de la tierra, y que, tanto en el clima físico como en el clima emocional, mucho dependerá de nuestra solidaridad y responsabilidad.

En segundo lugar, podemos estar atentos a los cambios que se van suscitando en nosotros a nivel individual. Vemos que, a la larga, todo puede tener un impacto social.

Oremos para que Dios nos dé más sabiduría y conciencia para vivir en esta difícil época.

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