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EL CAMIONCITO ROJO

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"Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás” (Ecl. 11:1).

Quizás leíste el libro El hombre que salto de las nubes. Bob Seamount, un hombre con una profesión que muchas veces no es de las que más se alienta a los jóvenes a estudiar (piloto y mecánico de aviación), logró hacer manejos exactos de las posibilidades que tenía a la mano para ayudar en el avance de la obra de Dios en esta tierra, especialmente en la selva peruana.

En un momento, viajó con Clyde Peters (el primer piloto misionero de tiempo completo) desde su puesto misionero en Perú, hacia Brasil. Desde ahí cruzaron el Atlántico en dos Cessnas hacia África.

En la Misión de Solusi entregaron uno de los Cessna y luego siguieron en el otro hasta la Misión de Malamulo.

Al dedicar el nuevo avión, Bob dijo: "Para mí, este es el sueño de toda una vida, el poder entregar un avión en Malamulo. De niño siempre anhelé un camioncito rojo más que ninguna cosa. Mis padres eran muy pobres, entonces yo trabajaba para ahorrar para mi camioncito. Cada vez que ganaba un poco de dinero, yo daba mi diezmo y mi ofrenda, y ponía el resto en una pequeña alcancía a fin de ahorrar para mi camioncito rojo. Cuando estaba a punto de comprar mi camioncito, un misionero visitó mi iglesia. Él contó como Dios había bendecido el trabajo en el leprosario de Malamulo y cómo la Misión de Malamulo necesitaba fondos para expandir su trabajo. Después de esa reunión volví a mi casa, abrí mi alcancía, y traje el dinero a la iglesia. Lo di todo para Malamulo. No hubo ningún camioncito rojo para mí. La Misión de Malamulo y la obra de Dios eran más importantes. Ahora que he visto su Misión, sé que fue una de las mejores inversiones que hice en mi vida” (pp. 205, 206).

Hoy, esta Misión es una de las más importantes del continente africano y, además del hospital y leprosario, sus instituciones de formación médica y docente han capacitado a cientos de profesionales que se desempeñan en Malawi y en otros países como misioneros.

No sé cuál es tu "camioncito rojo", pero recordemos que Dios le puede dar un uso mucho mayor y más trascendente del que nosotros podemos soñar. Puede usar la idea de uno, la acción de otro y la motivación de todos para terminar lo que un día empezó.

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