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Aunque he tenido sed varias veces, tengo que agradecer porque no recuerdo haber pasado nunca hambre. Quizás no es tu situación y has experimentado estas dos sensaciones. Ambas son respuestas a una necesidad básica y, cuando no son satisfechas, el cuerpo puede hacernos sentir cierta desesperación, además de dolor y otros síntomas.
Pero ¿alguna vez te preguntaste si has ansiado tanto que se haga justicia como has deseado el alimento o el agua?
Quizá no tienes una personalidad muy "justiciera”, pero alcanza con remitirnos a la historia de nuestros países para saber que hubo personas que estuvieron dispuestas a dar su vida para que se hiciera justicia por alguna causa. Por otro lado, en muchos países hay personas que mueren de hambre y sed justamente porque en sus gobiernos hay mucha corrupción o porque, como humanidad egoísta, no colaboramos para que haya igualdad de condiciones para todos.
El concepto de justicia no es tan fácil de definir, o por lo menos tiene varias aristas que pueden ser muy subjetivas.
Sin embargo, en la Biblia vemos que la justicia se personifica en Cristo y que todo el que lo recibe a él, recibe también la justicia en respuesta a sus necesidades.
El hambre y la sed de Dios tienen consecuencias más profundas que el hambre de pan y la sed de agua material. Es más difícil de saciar, y a la vez más plenamente satisfecha si buscamos a Dios.
"El corazón que ha probado el amor de Cristo una vez, clama incesantemente por una dosis más intensa, y, mientras lo impartas, lo recibirás en medida más rica y copiosa. Cada revelación de Dios al alma incrementa la capacidad para saber y para amar” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 24).
Dios quiere darnos mucho más de lo que pedimos. Quiere que, así como en él habita toda la plenitud, podamos nosotros estar completos y recibir más para dar más también.
¿Cómo puedes mostrar una necesidad más desesperada que te haga buscar a Dios más fervientemente?
Pídele a Dios que te abra los ojos para ver la necesidad, interceder de forma específica en oración y actuar una vez que él te sacie. Y si aún no los tienes, pídele hambre y sed.