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Cómo fue escrita la Biblia

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«El Maestro se esmeró por encontrar las palabras correctas para expresar las verdades con claridad». Ecl. 12:10, NTV

Cuando algunos cristianos piensan en cómo escribían los autores de la Biblia, se imaginan algo así como cuando yo tomaba notas en la clase de Biología durante mis años de universidad. El profesor comenzaba cada clase diciendo: «Preparen sus lapiceros». Mis compañeros y yo íbamos tomando notas apresuradamente mientras él hablaba y hablaba.

Aunque ocasionalmente los escritores de la Biblia registraban palabra por palabra lo que escuchaban en visiones y sueños, lo cierto es que también se valían de diversos métodos adicionales. Muchas veces, escribían de su experiencia personal, como cuando el apóstol Pablo describe sus viajes misioneros. Otras veces solo empezaban a escribir después de haber realizado una cuidadosa investigación; como por ejemplo Lucas. Él mismo dice que escribió su Evangelio «después de investigar todo con esmero» (Luc. 1:3, NTV). No recibió su Evangelio ya expresado palabra por palabra, por medio de una visión directa de Dios, sino que habló con testigos oculares de los hechos de Jesús en esta tierra, y con otras personas que podían darle la información que Dios quería transmitir a las generaciones futuras. Quizás Lucas utilizó escritos compilados por otros (Elena G. de White nos dice que cuando era niño, Timoteo estudio una colección de «enseñanzas y lecciones de Cristo» que ya existía antes de que se hubiera escrito un Evangelio completo). Finalmente, cuando Lucas reunió todo el material, el Espíritu Santo lo ayudó a elegir los mensajes que debía presentar y lo dirigió en la escritura.

Los autores de Reyes y de Crónicas consultaron registros históricos, como los anales de los reyes de Israel y Judá. También obtuvieron información de escritos que no están incluidos en la Biblia, como los de los profetas Natán, Ahías e Iddo (ver 2 Crón. 9:29). El Espíritu Santo inspiraba al escritor bíblico en cuanto al significado espiritual de algún acontecimiento, mientras el autor humano verificaba documentos históricos en busca de detalles.

Algunas veces, los escritores de la Biblia incluían información que habían recopilado de fuentes no israelitas. El libro de Proverbios, por ejemplo, contiene dichos tomados de la literatura sapiencial de Egipto y Asiria. Igualmente, algunos Salmos y partes del libro de Lamentaciones hacen eco de diversos himnos y poesías no israelitas conocidos en la época. Pero lo clave es esto: siempre el Espíritu Santo dirigió a los escritores de la Biblia, para que nosotros hoy podamos confiar en que presentaron fielmente los mensajes de Dios.

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