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El hombre que evitó una guerra nuclear

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«Es mejor ser paciente que ser soldado fuerte». Prov. 16:32, PDT

Lo más seguro es que nunca has escuchado hablar de Stanislav Petrov. Pero si no fuera por él, probablemente no estarías vivo leyendo esto, ni yo habría podido escribirlo.

Septiembre de 1983 fue un momento crucial en la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El 1o de septiembre de 1983, la Unión Soviética derribó el vuelo 007 de Korean Airlines, creyendo que la presencia del avión era una provocación deliberada. Los 269 pasajeros murieron, incluido el congresista estadounidense Lawrence McDonald. El mundo protesto por el ataque a un avión de pasajeros y el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, lo condenó como un crimen contra la humanidad.

Como parte de un sistema disuasorio, tanto Estados Unidos como Rusia mantenían miles de misiles nucleares apuntados entre sí. El primer ministro soviético, Andropov, estaba obsesionado por un posible ataque nuclear sorpresa. Y ocurrió. A las 12:40 a.m. del 26 de septiembre de 1983, se dispararon las alarmas en un búnker cerca de Moscú, donde Petrov analizaba una computadora que indicaba que se había iniciado un ataque nuclear. El botón rojo parpadeaba. Un satélite en órbita señalaba que Estados Unidos había lanzado un ataque. Era responsabilidad de Petrov notificar a sus superiores para que pudieran iniciar una respuesta inmediata.

Petrov se quedó congelado durante quince segundos. El sistema anunciaba que Estados Unidos había lanzado un total de cinco misiles. ¿Debía notificar a sus superiores para que iniciaran el contrataque? ¿O era simplemente un error de la computadora? Las alarmas retumbaban en sus oídos y las pantallas y las luces parpadeaban. El gritaba con un teléfono en una mano y un intercomunicador en la otra, mientras que otro militar le ordenaba que se calmara e hiciera su trabajo.

«Tenía un presentimiento extraño —contó Petrov, cuando el mundo finalmente supo su historia quince años después—. No quería cometer un error. Tomé una decisión y punto». Sospechando que cinco misiles eran muy pocos para ser algo real, declaro: «Falsa alarma».

En el documental El botón rojo y el hombre que salvó al mundo, Petrov dice que simplemente hizo su trabajo. «Era la persona adecuada en el momento preciso. Eso es todo. Durante diez años, mi difunta esposa no supo nada de lo ocurrido. "Entonces, ¿qué hiciste?", me preguntó ella. No hice nada».

Nada había preparado completamente a Petrov para una situación como esa, pero cuando llegó, pudo mirar más allá de la paranoia y tomar la decisión correcta. Inspirador, ¿no te parece?

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