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Levántate y destaca

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«En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo». 1 Juan 4:18, LBLA

Actuar mal es fácil. Si no fuera así, no sería tan popular. En el campo de batalla, en el patio de recreo, en el cine... actuar mal es atractivo. Actuar mal es divertido. Actuar mal puede traer mucho dinero. Ahora, actuar en contra del mal, eso sí que requiere creatividad y agallas. Nadie se arriesga a eso. Cuando Pablo escribió: «Porque nadie odia su propio cuerpo» (Efe. 5:29), estaba diciendo una gran verdad. Hasta que no hayamos caído en las profundidades de la desesperación, haremos todo lo posible por seguir buscando el mal, independientemente de las consecuencias físicas o espirituales que pueda traernos.

El mal es nuestra segunda naturaleza y, está tan arraigado, que olvidamos fácilmente que en verdad es nuestra segunda naturaleza. Dios nos creó nobles, amorosos y sabios, pero nos tragamos una píldora amarga astutamente recubierta de azúcar. Desde entonces, hemos batallado o aceptado la situación.

Si actuar mal es fácil; si actuar mal es un gran negocio, ¿qué se necesita para que alguien se levante, hable y desafíe el statu quo? ¿Qué hace que alguien esté dispuesto a levantar la voz?

Samuel y Pearl Oliner decidieron averiguarlo, estudiando a varias personas que arriesgaron sus vidas durante la Segunda Guerra Mundial para rescatar judíos. Querían saber por qué, a pesar del entorno dictatorial, decidieron no permanecer pasivos. Los Oliner descubrieron que todos aquellos valientes tenían algo en común: sus padres no los habían castigado físicamente. En lugar de azotarlos, sus padres hablaban con ellos, animándolos a razonar.

Los padres de estos rescatistas «razonaban en vez de amenazar», nos dice Eva Fogelman en su libro Conscience and Courage: Rescuers of Jews During the Holocaust [Conciencia y valor: rescate de judíos durante el Holocausto). En lugar de motivar a sus hijos por temor al castigo, les enseñaron a pensar bien y a hacer lo correcto por el hecho de ser lo correcto.

El psicólogo Martin Hoffman ha estudiado qué hace que una persona sea compasiva. Descubrió que «los padres que explican las normas y utilizan el razonamiento en lugar del castigo, tienden a tener hijos que se preocupan por los demás. Los padres que renuncian voluntariamente al uso de la fuerza en favor del razonamiento, envían a sus hijos un mensaje sobre cómo los poderosos deben tratar a los débiles».

Actuar mal es fácil. Pero el amor es eterno.

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