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Al enterarse de que su amado hijo José estaba vivo (lo menos que le importó fue que era el gobernador de Egipto) Jacob se quedó atónito.
Pero ver a sus diez hijos mayores convertirse finalmente en hombres honorables debe haber sido otra verdadera sorpresa.
La vida de Jacob había sido de telenovela: huyó de su hermano gemelo para luego reconciliarse con él; despertó de su noche de bodas para descubrir que se había casado con la hermana equivocada; vio a sus esposas en contienda; sufrió cuando sus hijos mataron a sus vecinos por la violación de su hermana; lloró la pérdida de su amada Raquel, que murió dando a luz a su hijo menor. Y ahora se encontraba con José, su hijo perdido. Aunque esto no cambiaba lo que había sucedido antes, para él era vivificante.
En Egipto, padre e hijo se fundieron en un interminable abrazo entre lágrimas, que marcó el final de sus años de separación y el inicio de un nuevo comienzo.
Pasaron diecisiete años de abundancia y regocijo. Finalmente, Jacob convocó a sus hijos para bendecirlos y profetizar sobre su descendencia.
A Rubén, su primogénito, el que debía recibir la mayor bendición pero que la perdió debido a su intento de usurpar la autoridad de su padre al acostarse con su concubina, le dijo: «Ya no serás el primero, porque eres como un torrente incontenible» (Gén. 49:4).
A Simeón y Leví, instigadores de la matanza siquemita, les predijo que sus descendientes se dividirían y dispersarían. Sin embargo, los descendientes de Leví desafiaron la profecía, ya que muchas profecías bíblicas están condicionadas a las decisiones humanas. Los integrantes de la tribu de Leví se convirtieron en sacerdotes al ser los únicos que se negaron a adorar al becerro de oro.
A Zabulón, Jacob le predijo: «Vivirá a la orilla del mar» (versículo 13). «Aser disfrutará de comidas deliciosas; ofrecerá manjares de reyes. Neftalí es una gacela libre, que tiene hermosos cervatillos» (versículos 20-21, NVI). «Isacar es un animal de carga que descansa en sus establos» (versículo 14).
Judá recibió la profecía más importante. Jacob lo comparó con un león y declaró que gobernaría sobre sus hermanos. Y mientras Jacob veía con los ojos de la fe al verdadero León de la tribu de Judá por venir, recordó el episodio de la escalera; y a Aquel que luchó con él: el Redentor.